http://www.relatodelpresente.com/2012/10/la-epica-del-relato.html
Luego de años de hablar de desestabilizaciones varias y gorilismos diversos, el kirchnerismo cristinista finalmente tuvo su intento de golpe de Estado. Y así como cada pueblo tiene el gobierno que se merece, nuestro gobierno ha tenido el mejor intento golpista al que pudieron aspirar: dos fuerzas de seguridad en protestas comandadas por suboficiales. No es mucho, es cierto, pero no hay que desestimar ninguna posibilidad a la hora de detectar a la rapiña fascista que busca derrocar al gobierno nacional y popular, así se trate de suboficiales muertos de hambre, sin otra cosa que perder que sus ya magrísimos sueldos.
La protesta de quienes no tienen otro modo de protestar fue interpretada
como un atropello al orden constitucional por todo el arco oficialista y
parte de la pedorra oposición que no supo dónde pararse. El cristinismo
se enfureció y organizó la resistencia a la intentona, pero como no son
tiempos para valientes, la planificación se efectuó desde Twitter.
"Esto es un golpe de Estado organizado por Magnetto" afirmó Juanito
Cabandié, un tipo con tan pocas luces que aún no entiendo cómo es que no
lo pusieron al frente de algún ministerio. Lucas Carrasco, desde su
blog, aseguraba que era el resurgimiento de la línea carapintada, aunque
no aclaró si se refería a la mediación de Berni, o si cree que
cualquier humanoide de color verde es un potencial golpista. Edgardo
Depetri, por su parte, pidió a la militancia que se mantenga alerta ante
los acontecimientos que atentan contra la democracia. Y así, mientras
Bonafini llamaba a defender a la democracia ante el avance de los que no
tienen votos y quieren sacar a Cristina de prepo, veíamos como ese
grupo de oficiales hacía alarde de todo su poder de fuego: desarmados,
con un mate en una mano y un recibo de sueldo en la otra.
Cerca del primer mediodía, el conflicto parecía desvanecerse ante el
anuncio de la marcha atrás del decreto que hizo pupa el ya pobre salario
de los miembros de las fuerzas de seguridad. Lástima que el anuncio lo
hizo Abal Medina, entre acusaciones desestabilizadoras y recuerdos a
"pasados oscuros que los argentinos no queremos revivir", aunque no
aclaró si se refería a un real golpe de Estado o al recorte del 13% del
último gobierno que integró el actual Jefe de Gabinete. Más tarde,
apareció con vida Nilda Garré y afirmó que el conflicto estaba resuelto,
dado que decapitó a la cúpula de ambas fuerzas. Uno creería que luego
de haber pateado los pasillos de los ministerios a cargo de las fuerzas
de seguridad, primero con Onganía, años más tarde con Storani, la Nilda
la tendría clara, pero se ve que a la oficina iba a jugar a las cartas,
mientras mantenía charlas de peluquería con Arrostito antes, y
administraba el registro automotor que había conseguido en los años de
Menem, después.
La oposición se dividió entre los que boyaban de la nada al
dequémedisfrazo, y los que mantuvieron el sentido común. Los primeros
participaron de una declaración de la Cámara de Diputados en la cual se
pedía a los miembros de las fuerzas de seguridad que se mantuvieran
dentro de ese enorme colectivo denominado "actitud democrática." Entre
los firmantes, estaban los visitantes ilustres a la Casa Rosada:
Federico Pinedo por el PRO, Gil Lavedra por la UCR y Patricia Bullrich
por Patricia Bullrich. Se ve que las contínuas acusaciones de
desestabilizadores y golpistas los ablandaron y las balas finalmente les
entraron. Hoy tienen tanto miedo de no ser votados por aquellos que
jamás los votarían que salieron, temerosos, a apoyar la versión del
oficialismo, ese mismo oficialismo que, sistemáticamente, los acusa de
todo lo malo que pasa en el país desde la llegada de Juan de Garay al
estuario del Plata. Claudio Lozano picó en punta entre los que se dieron
cuenta de la joda y, mientras se secaba las lágrimas de la risa
provocada por el comunicado, afirmó que jamás tildaría de golpistas a
quienes efectúan un reclamo salarial.
Al segundo día de reclamo, nos asaltó una segunda oleada de
argentinismo: Alfonso Severo, testigo del juicio por la muerte de
Mariano Ferreyra, desapareció. Si bien uno pensó que se debió a que las
fuerzas de seguridad le quitaron la custodia para poder llevar adelante
el golpecito de Estado, el ministro de Justicia, Julio Alak, afirmó que
Severo no había pedido custodia. Ahora que sabemos que Julio López no
estuvo entre los gendarmes golpistas, podemos asegurar que, si
desapareció y se murió, se tiene que joder por no pedir custodia en este
país donde la seguridad es bancada por todos, pero usada por quien
tiene la suerte de ser tocado por el dedo del Gobierno. Severo apareció
al día siguiente y, mientras aseguraba que su secuestro se trató de un
mensaje para la Presidente -se ve que las mafias modernas desconocen las
bondades del correo electrónico- se quejó por ser kirchnerista y no
haber recibido ni una llamada del gobierno nacional.
Mientras esto sucedía, los gendarmes y los prefectos emitieron su
proclama revolucionaria, consistente en un salario mínimo de siete
lucas. De exigir la renuncia de Cristina no dijeron nada, pero suponemos
que se trató de una maniobra de distracción para no ser tildados de
gorilones. Recién hoy, martes, el gobierno tendrá una respuesta al
asunto. El pragmatismo no siempre resulta y las elecciones en Venezuela
nos vinieron de anillo al dedo para hablar de otra cosa.
Si la memoria no me falla, hace añares que el país no estaba tan
pendiente del resultado de una elección presidencial del extranjero. En
lo particular, pude comprobar una vez más que la obligatoriedad del
sufragio como garantía electoral es un chamuyo propio del siglo pasado:
sin ser obligatorio, en Venezuela concurrió a votar el 82% del padrón,
mientras que acá, con obligatoriedad, hace tiempo que no pasamos del
70%. La dependencia hacia lo que sucedía en Venezuela no tiene sustento
alguno que la justifique en cuestiones fácticas, dado que el país
caribeño ya ni siquiera es tenedor de un porcentaje significativo de
nuestra deuda externa como para asustarnos con alguna pronta ejecución
en caso de un cambio de mandatario.
[Joven argentino, si en 2005 estabas en una nube de pedos, o desconocías
que internet servía para otra cosa además de buscar videos porno, te
cuento que el pago al FMI se hizo en cash, y para cubrir parte de ese
faltante en las reservas, se emitió un bono de deuda que fue adquirido
casi en su totalidad por Venezuela, y cancelado recientemente, con el
pago de buena parte de los Boden 2012.]
La figura de Chávez es, en todo caso, casi decorativa, más que
desestabilizadora per se. Chávez es en sí lo que los demás queremos que
sea. Algunos lo ven como al Patriarca de los Pájaros que demuestra su
espíritu democrático cada dos por tres sometiéndose a elecciones. Otros,
en cambio, sostenemos que avisar que si no gana, arrancan los tiros, no
es muy democrático que digamos. Que el anticristinismo se deprima por
la derrota de Capriles y el oficialismo se alegre por la victoria del
recontrareelecto Presidente, habla más de lo bajo que caímos, que de
cualquier otra cosa. Me cuesta creer que hoy, las esperanzas de uno y
otro sector pasen por un resultado electoral en Venezuela. Y no se trata
de minimizar a dicho país, ni de hacer una escala de importancia
internacional, sino que no es coherente hablar de nacionalismo y
soberanía, mientras nuestra felicidad va de la mano de unas
presidenciales externas. En este caso particular, tanto los veedores de
Capriles -otra vez Bullrich, Pinedo & Cia- como los militantes de La
Cámpora, fueron a practicar futurología a Venezuela, creyendo que lo
que pase allí es lo que sucederá acá próximamente, como si el argentino
tuviera la misma idiosincracia e historia política que Venezuela.
Cualquier argentino que camine por las calles de Caracas notará la
historia de ese país en sus calles y verá con sus propios ojos que
nosotros nunca, pero never in the puta life, podemos llegar a terminar
así, porque partimos de lugares distintos y porque este país ha tenido
la suerte de contar con gobiernos que, dentro de sus limitaciones, han
sentado algunas bases para que sigamos sobreviviendo a pesar de todo.
Nuestra principal contra es, a su vez, nuestra principal carta a favor:
el argentino nunca fue manso y votó a quien garantizara la máxima
ganancia en el menor plazo posible. La creencia de que en octubre
pasado, el 54% votó al gobierno de los derechos humanos, de la soberanía
y del modelo de redistribución del subsidio con base en matriz sojera,
queda para los que quieren creer en una épica romántica, cuando la
realidad indica que frente a Cristina se encontraba un expresidente que
los llevó al poder, el hijo disfónico de otro expresidente, un androide
rosarino, y Carrió sin el aparato socialista. Yo era capaz de votar a
Zulma Lobato, pero no todos son tan extremistas y muchos fueron a lo
seguro, total, mañana se verá qué pinta. Sin embargo, ese mentado 54%
-hoy convertido en número mágico, luego del resultado en Venezuela- es
considerado por el oficialismo un número tan intangible, como
todopoderoso, representante del triunfo de la militancia y el
romanticismo de construir la patria para todos, a pesar del resto.
La necesidad de la construcción de una pasada épica inexistente por
parte de quienes la vieron de afuera -o desde adentro de una embajada,
mientras el resto era carneado- llega a extremos impensados. Hay gente
grande que habla de cómo resistió a la dictadura en su juventud, aunque
la realidad afirma que a la facultad iba a levantar minas y las
reuniones nocturnas eran para salir de joda a Juan de los Palotes. Por
cuestiones que hacen a leyes físicas, muchos pibes nacidos al calor de
la democracia y críados sin demasiados sobresaltos durante el menemismo
no tienen cómo sustentar ese sentimiento setentista. Es así como ven
fantasmas donde hay seres humanos, desestabilizadores donde aparecen
personas que opinan distinto, y golpistas donde hay un grupo de hombres
negreados por el Estado. Es la muestra máxima de la devaluación política
que hoy se pretende mostrar como el futuro dirigente del país: un
sector de la sociedad que necesita de una épica y un mito que justifique
la existencia, ante la carencia de hechos que enamoren. Existen puntos
de partida, poco importa el resultado final: es el imperio de la
intención. Así, la Asignación Universal por Hijo exterminó la deserción
escolar, porque eso decía el argumento de su creación. Que usted, yo y
mi tío Ernesto sigamos esquivando duendes descalzos en cualquier
esquina, se debe a otra cuestión, quizás metafísica. Todo lo que se diga
en contrario, es síntoma de simpatía por gobiernos pretéritos y
asesinos. En idéntico sentido, la implementación de la Ley de Medios de
Comunicación Audiovisual es la garantía que salvará a la democracia.
Queda lindo, suena poderoso, aunque nadie puede explicar de quién hay
que salvar a la democracia, en un contexto que llega a extremos tan
copados que no se entiende por qué los únicos trabajadores que no tienen
derecho a agremiarse, son considerados golpistas por levantar la vista y
mirar a los ojos en reclamo de un salario que los saque de la pobreza.
A esta altura, creo que lo mejor que podría pasarnos es que entre en
vigencia, con todo el rigor posible, la mentada ley de medios. Está más
que claro que la más auténtica oposición al kirchnerismo es su política
comunicacional. Las exposiciones de Cristina en las universidades
norteamericanas, son un ejemplo de ello: cuando se puede retrucar, se
ponen a la defensiva, cuando estamos indefensos, nos invaden con
explicaciones que nadie pidió a preguntas que nadie hizo. Va más allá
del que piensa distinto o igual, dado que hay momentos en los que no
queremos ser informados por nadie, sobre todo cuando pretendemos un
momento de distensión. Es ahí cuando, en pleno partido del equipo de
nuestros amores, nos caen con la explicación de por qué De La Sota
miente, como también aparece Cristina a la hora de la cena para
contarnos que el país se ha convertido en potencia industrial
intergaláctica.
Todos los que hemos militado alguna vez, sabemos del poder de la campaña
callejera -el timbreo, la pintada, las pegatinas, etcéteras varios. Por
ahí no sumamos ni medio voto, pero para el que recién arranca, es el
pago del derecho de piso y una garantía de que el jefe directo, al
menos, recordará cómo nos llamamos. Sin embargo, los neomilitantes
cristinistas se han convertido en una especie de religiosos politizados,
con potenciales pastores que te abordan en el momento menos indicado, y
en el lugar menos esperado. Así es como los Testigos de Néstor llegan a
cometer martirios tales como romperte las tarlipes mientras tomás mate
en la plaza, inflarte los gobelinos cuando llegás tarde al laburo, o
querer explicarte por qué Clarín merece desaparecer de la faz de la
tierra por golpista y antidemocrático mientras vas caminando a Luján.
Creo que siempre fue mal expresado el argumento que reza que la
diferencia entre los diarios opositores y los oficialistas radica en que
a los opositores les pago si quiero y con los oficialistas no tengo
opción. El gobierno ha adoptado desde hace casi un lustro una política
que ha modificado ese precepto, y que hoy nos dice que la diferencia
entre los medios privados y los públicos consiste en que a los primeros
los leo cuando quiero y si quiero, mientras que de los últimos sólo me
salva un estado vegetativo. Si la comunicación oficial consiste en spots
bancados por todos en momentos en que nadie quiere verlos, en cadenas
nacionales con el fin de informarnos que hay dólares y no existe la
pobreza, en explicaciones a cargo de Abal Medina, Alak y Nilda Garré, o
en una ley aplicada por Sabbatella, lo mejor que nos puede suceder es
que invadan todos y cada uno de los refugios que aún nos quedan. Así
todos tendrían el placer de ver a Alak -el exintendente platense que
organizó la movilización de apoyo a Menem cuando estaba detenido en la
quinta de Gostanián- sentarse junto a Eduardo García Aliverti para
defender el modelo nacional y popular, como sucedió este domingo en 678.
En definitiva, no hay mejor campaña en contra del gobierno que dejarlos
hablar a toda hora y todos los lugares posibles. Porque para un
kirchnerista, no hay nada peor que otro kirchnerista con micrófono.
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