José Luis del Hierro tenÃa 19 años en 1982. HabÃa terminado el colegio secundario en el Instituto Peralta Ramos de los hermanos Maristas de Mar del Plata. Como estaba estudiando IngenierÃa en la Universidad de La Plata, hizo el servicio militar en el Regimiento 7 de InfanterÃa de la capital bonaerense, “para no perder el año...”.
José Luis del Hierro habÃa sido dado de baja en noviembre de 1981 y fue reincorporado el 9 de abril de 1982. Murió en la madrugada del 14 de junio de 1982, cuando las tropas se replegaban hacia Puerto Argentino, bajo un cielo iluminado por el fuego de las bombas.
La familia Del Hierro lo fue a buscar a la puerta del Regimiento una semana después, porque nadie del Ejército avisó sobre la suerte que corrió. Lo estuvieron esperando desde las 8 de la mañana, junto a otros familiares. En la madrugada del dÃa siguiente llegaron unos pocos colectivos, pero José Luis no bajó.
Ahà empezó el derrotero de la familia en su búsqueda. Pasaron nada menos que nueve meses sin noticias. Desesperados, decidieron que papá José MarÃa viajara en marzo de 1983 a Ginebra, sede de la Cruz Roja Internacional. Fue allÃ, fue la Cruz Roja, la que informó que José Luis del Hierro habÃa muerto. Y que su cuerpo habÃa sido sepultado en las Islas Malvinas, después de estar cubierto por la nieve durante cinco meses.
25 años después, es la primera vez que se cuenta la historia de José Luis. Unica. Universal.
Lo último que escribió
Islas Malvinas 7/06/1982
Queridos papá, mamá, Juani y Juanjo:
Perdonen que hace 8 dÃas que no les mandaba nada, pero aquà nos dijeron que no sale ni entra nada. Yo igual voy a intentar mandar una. SÃ, me llegó telegrama del 24 de ustedes y de Cristina y también me llegó ayer uno del 29 pero no se entiende nada, no está firmado pero pienso es de ustedes. La última carta de ustedes de Mar del Plata es del 11/04 y después nada más. Mi última carta es la que les mandé desde el hospital el 29/04 o el 30/04.
Me imagino lo preocupados que ustedes estarán por las últimas noticias. Es cierto que los ingleses están muy cerca, pero a mi puesto de combate les juro no me ha venido ninguno a “visitar” y espero no lo hagan.
Hay que seguir rezando y pidiendo a la Virgen para que esto se arregle en “paz” y se acabe ya. Cada vez tenemos más ganas de volver cada uno a su casa sea como sea, ganando o perdiendo, pero volver y pronto. Al final se nos quedó en el tintero el viaje, pobre papá, tanto juntar y organizar y yo le tiré abajo todo, aunque deslindo responsabilidades en el loco de nuestro presidente y su desvelo de grandeza.
Acá todos, pero todos, lo agarrarÃamos del fundillo de los pantalones y lo pondrÃamos como nosotros 55 dÃas; en estos pozos. Y yo con él a todos esos patriotas de ciudad que por lo que ustedes dicen allá está minado. Acabé el discurso. Ja. Ja.
Espero yo llegar de esto, antes que la carta, asà no los preocupo más con esto, pero es hora que sepan lo que pensamos nosotros de Malvinas.
Bueno nada más, besos y abrazos para los cuatro, siempre, siempre los tengo en mis pensamientos.
Los quiero mucho.
Chau, José Luis
25 años después
José Luis no llegó ni antes ni después de ésta, su última carta. Se quedó allÃ, en las Malvinas, y hoy es una de las tantas cruces de argentinos en el cementerio de Darwin.
Hoy ni mi mamá ni mi papá están con nosotros. Se fueron con él, demasiado pronto, demasiado jóvenes, ya que no pudieron soportar una ausencia tan larga.
José Luis, mi hermano, no querÃa ir a la guerra, no querÃa ponerse la ropa de combate, camuflarse, matar gente… No querÃa pelear con un enemigo que escuchaba la misma música que él: Queen. No querÃa ser –como fue su destino– “un héroe de Malvinas”.
José Luis, a sus 19 años, estaba iniciando la carrera de IngenierÃa Aeronáutica en la Facultad de IngenierÃa de La Plata. QuerÃa ser un profesional, formar una familia y vivir la vida que Dios le habÃa dado en esta bendita tierra.
Pero, lamentablemente, en el año ’82 el presidente de aquel entonces y el patriota de ciudad –al cual vos te referÃs en la carta– invadieron las Malvinas y fueron de celeste y blanco a la Plaza de Mayo. Ellos, los patriotas de ciudad y su presidente, les gritaron a los ingleses “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”, pero lógicamente desde Buenos Aires, bien lejos de la guerra.
Ese patriota de ciudad fue exitista al comienzo del conflicto, pero una vez que se perdió la guerra, les dio la espalda a los ex combatientes en su vuelta al continente, porque no podÃa aceptar la derrota. Fue por eso que se sentó delante del televisor a ver el Mundial de España ’82, ya que para él Malvinas habÃa terminado, mientras vos quedabas tirado bajo un desolado manto de nieve y nosotros te buscábamos durante un año, por nuestro paÃs y por el mundo sin saber qué habÃa sido de vos.
Tu patriota de ciudad, José Luis, hoy sigue caminando por las calles que vos y tus compañeros caÃdos no pueden caminar, y sigue poniéndose la escarapela bien grande para todas las fechas patrias, aunque aproveche ese dÃa para tomarse un fin de semana largo de descanso.
Tu patriota de ciudad llena un lugar en los palcos oficiales, en las calles, para repetir una vez más, en estas fechas, que las Malvinas son argentinas y cantar el himno bien fuerte, especialmente la parte que dice: “...con gloria morir”, siempre y cuando no le toque a él, porque él debe seguir siendo un patriota. Asimismo, el cobarde indolente y mariquita de uniforme bien planchado que te mandó al frente con hambre y frÃo, mientras él planeaba desde su bunker con calefacción y buena comida cómo vos tenÃas que resistir en una trinchera, hoy –ese mismo criminal– está entre nosotros, condecorado como un valiente… militar.
Gracias a vos y a tus compañeros hoy vivimos en una democracia que nos permite decir lo que en la guerra y en el regimiento no podÃas manifestar, pero lo sentÃas.
Hermano, debo decirte la verdad: lamentablemente tenÃas razón, tu patriota de ciudad no te respetó, te mandó a la guerra y te olvidó.
Los únicos que te respetamos, que te queremos y no te olvidamos somos tu familia, tus amigos y tus compañeros, “los soldados ex combatientes” que sufrieron y sufren al patriota de ciudad igual que vos.
Quedate tranquilo, para nosotros también estás, siempre, siempre, en nuestro pensamiento y en nuestro corazón.
Juan José del Hierro
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