http://www.relatodelpresente.com/2013/02/sueno-de-un-escrache-de-verano.html
Cristina arrancó la semana con ganas de que la escuchen y se mandó dos
monólogos en dos días, para el delirio de la monada y la tranquilidad de
quienes viven de lo que dice la Presi. El lunes estuvo un buen rato
defendiendo la gestión de Insfrán para luego anunciar otra gloriosa obra
fundamental para los trenes de la Patria. Como cada vez que algún
funcionario del gobierno opina sobre ellos, los trenes festejaron el
anuncio rompiéndose. La Presi, con una clara intención de educar al
soberano, le pidió a los usuarios que cuiden los trenes, dado que los
que viajan son ellos, como si no lo supieran cada vez que tienen que
elegir entre dejar pasar cinco formaciones y llegar tarde, o subirse por
la ventanilla, ponerle candado a los bolsillos, calzarse un cinturón de
castidad y rezar tres Rosarios para llegar con vida, medianamente
enteros y con el totó en condiciones a la estación terminal. Si encima
llegan a horario, el día está salvado.
En ese sentido, afirmó que los que se quejan del servicio ferroviario,
deberían hacer una introspección, interpelarse a sí mismos y preguntarse
por qué dañan un servicio que usan. Obviamente, la culpa no es de los
miles de millones dilapidados por el Estado en subsidios sin control, ni
de los trenes reventados, ni de la falta de respuestos, ni de los
coches oxidados, ni de los frenos ausentes, ni de las vías deformadas,
ni de las locomotoras de la época de la Gomina Brancatto, ni de la
inexistencia de personal de seguridad, ni de los pasos a nivel en zonas
urbanas en pleno siglo XXI, ni de la carencia de control para evitar que
se suba cualquiera sin boleto. La culpa es nuestra. Casi un año
después, y la culpa sigue siendo de los boludos que se amontonan en el
primer vagón.
Propio de quien construye un Estado tan gigante que no ve lo que pasa
abajo, la Presi sostiene que el que le hace un daño al ferrocarril, le
hace un daño a los trabajadores y estudiantes que lo usan. Se quejó y
mostró fotos de trenes y estaciones pintarrajeadas, como si las manchas
de pintura impidieran que una formación pueda frenar al llegar a la
estación. De las pintadas de La Cámpora en las escuelas, no habló. De la
ciudad convertida en una maqueta de papel maché cada vez que Albistur
quiere quedar bien, tampoco.
Luego de contarnos que Floppy Randazzo tuvo que celebrar un convenio con
las compañías telefónicas para poner en marcha una aplicación que en un
par de horas puede desarrollar un adolescente en la compu de su hogar,
la Presi anunció que después de diez años se dio cuenta que el
ferrocarril Belgrano Cargas no andaba bien.
Otra cosa que para la Presi no anda bien es la Justicia. Utilizó un
conflicto de Defensa del Consumidor con el sistema bancario como excusa
para quejarse porque la Justicia no hace nada contra quienes se
enriquecen ilegítimamente. Rápida de reflejo, agregó que se refiere a
los privados que enriquecen, y por si no quedaba claro, agregó que está
cansada de que los jueces sean rápidos en entorpecer las labores de los
funcionarios acusándolos de detalles tan boludos como forrarse en guita
con la nuestra.
A continuación, dio por cerrado el tema y puso en duda las estadísticas
oficiales de Estados Unidos antes de anunciar una nueva estadística en
materia de desempleo elaborada por el Indec. Y para remarcar aún más la
credibilidad de estas cifras, afirmó que si sacamos de la ecuación a la
Ciudad de Buenos Aires y su conurbano bonaerense -o sea, al 40% de la
población de Argentina- la desocupación es de tan sólo el 5,8%.
Ayer, para ser un poco más realista, decidió hablar directamente en el
Teatro Gran Rex. La mayoría del monólogo lo dedicó a tirar uno tras otro
datos estadísticos que demuestran lo bien que está la educación,
citando ejemplos como que un trabajador universitario que en 2003
cobraba 270 pesos, hoy cobra 2.800 -con un modesto 185% de inflación
acumulada y una bonita devaluación del 290%- o que en la actualidad sólo
hay 55 mil chicos de entre 5 y 13 años que nunca fueron al colegio, o
alguna vez lo hicieron y luego dejaron de asistir. También dijo que
habría que buscar a esos chicos para saber por qué dejaron de ir al
colegio. Si bien desconozco cuál será la metodología para ubicarlos, y
dando un voto de abuso de Fe a la veracidad de esas cifras, desde aquí
les propongo que los busquen en los trenes, en los subtes, en los
bondis, en los bares, en los semáforos de las avenidas y en todos esos
lugares que no suelen frecuentar. En una de esas, cuando el pibe deje de
aspirar pegamento, de pedir una moneda en las mesas, de manguear una
chirolas luego de hacer malabares con bollos de papeles y cinta
adhesiva, de vender estampitas, o de pedir que le compren un alfajor en
el kiosco más cercano, podrán preguntarle cuál es el motivo por el cuál
no quieren sumarse a la revolución educativa de El Modelo. En realidad,
habría sido una buena idea preguntarle previo a afirmar que antes los
pibes iban al colegio a comer, y ahora van a estudiar, aunque doy por
sentado que encontrar a estos chicos es difícil, dado que se camuflan
tan bien que el ministro de Economía no los puede ver durmiendo en las
galerías del ministerio, ni Cristina los ubica desde la ventana de su
despacho en Balcarce 50.
Al momento de explicar el trabajo infantil, la Presi tiró al tacho la
preciosa y bien decorada estadística que decía que sólo el 6% del país
se encuentra desocupado, al recordarnos que se considera empleado a
quien le dedique al menos una hora a la semana a la producción de un
bien o servicio de carácter económico. Y ya que hablaba del trabajo,
Cris nos explicó cómo tenemos que criar a nuestros hijos con el ejemplo
del laburo, dado que un chico que crece en una familia que trabaja,
aprende el valor de las obligaciones y los deberes. Ella, que es madre
de un retoño de 35 añitos que algún día se jubilará como trabajador del
rubro "Hijos de Presidentes Millonarios y Afines" y una niña que, con
sus infantes 22 primaveras, aún es una virgen laboral, la tiene clara en
eso de incentivar el esfuerzo con el ejemplo.
Cómo la realidad cotidiana a veces requiere de la opinión de la Jefa de
Estado, la Presi se metió de lleno con el Jardín Maternal Tribilín -ex
Goofy- en el que se denunció una serie de maltratos por parte de las
docentes hacia los niños que allí concurrían. En un acto de cordura
encandiladora y sabiduría pacifista, la Presi trajo paz a los
damnificados al festejar que esas situaciones también pasen en zonas de
gente blanquita, para que se termine con la estigmatización de que esas
son cosas de negros, una frase que queda muy linda viniendo de la misma
persona que le pidió un poquito más de clase a un puñado de golpistas
promoción 2010, recordándoles que estaban en Harvard, y no en La
Matanza.
A quien le hubiera gustado tener una frase así bajo la galera es a Axel
Kicillof que, como ya todos sabemos, vivió en carne propia eso de la
comunicación directa ciudadano-gobierno que tanto pregona la Presi.
Muchos se ofendieron, otros se indignaron, y otros tantos se preocuparon
porque nadie pensó en los chicos. Si bien entiendo que es todo un
avance que la juventud cuarentona del cristinismo ahora viaje por medios
de línea y ya no usen los Boeing de Aerolíneas para llevar a los amigos
a Uruguay, todavía me pregunto qué esperaban que pasara cuando un grupo
de personas con un poder adquisitivo aceptable se cruza con un
representante de un gobierno que fustiga permanentemente a quienes
tienen mucho menos de lo que los funcionarios sólo declaran. Y esta
pregunta me es extensiva a todos los que dicen sufrir al gobierno pero
tildaron de fascismo que un grupo de personas sólo le grite "ladrón" y
"corrupto" a un funcionario nacional. En serio ¿Qué esperaban? ¿Acaso
había que aplaudir al viceministro de Economía por la inflación del
25,6% de 2012? ¿Había que felicitarlo en masa por la destrucción del
poder adquisitivo de cualquier laburante? ¿Había que corear el nombre en
agradecimiento por el déficit titánico de Aerolíneas? ¿Tenían que
pedirle que les autografíe las tetas para tener un recuerdo de quien
probablemente sea el que más ganaba en toda esa tripulación?
Una de las cosas en las que más ha tenido efectividad el kirchnerismo ha
sido en el contagio de la inocencia. Así como el gobierno descalifica
al que protesta y le quiere enseñar a cómo manifestarse, han conseguido
que cualquiera se solidarice con un tipo que es una de las caras
visibles de ese mismo gobierno y llamen escrache a una reacción de
bronca no violenta. El 8 de noviembre hubo un millón de personas
puteando a todos los funcionarios del gobierno, y en el barrio la
llamamos manifestación. Y por si alguno no se dio cuenta, manifestarse
es poner de manifiesto una opinión. Doy por sentado que aquel día, nadie
se habría atrevido a decir "pobre los hijos o nietos de los
funcionarios", que difícilmente hayan pasado la jornada sin enterarse
que en la calle había bronca, como también doy por sentado que nadie
piensa en la madre del arbitro Lunatti cada vez que 40 mil sujetos se
unen para mandarlo a visitar su entrepierna cada fin de semana. Del
mismo modo, tengo toda la seguridad de que nadie se detuvo a pensar cómo
afectaría la psiquis de las hijas de Lanata el hecho de ver que, con
los impuestos del padre, empapelaron la ciudad para verduguearlo, y ni
tampoco supusieron qué pasaría por la cabeza de la familia del
martillero al que Cristina le dedicó medio discurso por cometer el
terrible error de dar su opinión.
La corrección política muchas veces disfraza una postura de guardia
moral. Eso de no estar de acuerdo con quienes silban al impresentable de
Boudou o a quienes incomodan el placentero viaje de Kicillof, es
respetable. Ahora, juzgar y tildar de fascistas a quienes sí lo hacen,
es un poquito como mucho, a no ser que también pretendan que los que
tienen ganas de boludear a Kicillof formen un partido, ganen una
elección y se dediquen a escrachar por cadena nacional, con nombre,
apellido y legajo de Afip.
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