Por
James Neilson
http://noticias.perfil.com/2014-12-21-56357-el-curro-de-los-derechos-humanos/
Cuando Mauricio Macri dijo que, una vez
instalado como espera en la Casa Rosada, pondrÃa fin a “los curros” de
los derechos humanos, aludÃa a los negocios de integrantes de la rama
empresarial de Madres de Plaza de Mayo que, a cambio de cantar loas al
gobierno kirchnerista y sumar sus voces al coro de aplaudidores que
asistirÃan a los actos propagandÃsticos que montarÃa, recibieron vaya a
saber cuántos millones de dólares que pronto se esfumarÃan. El jefe de
Gobierno porteño pudo haber ido mucho más lejos. Con astucia envidiable,
el pragmático matrimonio santacruceño se las arregló para apropiarse de
una causa que le asegurarÃa un barniz ético que de otro modo nunca
hubiera conseguido.
Al erigirse en paladines un tanto tardÃos de los derechos humanos, Néstor Kirchner y su esposa lograron congraciarse con una parte sustancial de la progresÃa local, en especial con la vinculada, aunque sólo fuera emotivamente, con los grupos terroristas que, luego de perder la guerra sucia, triunfarÃan en el terreno polÃtico. Andando el tiempo, se oxidarÃa el blindaje moral que les prestaron a los kirchneristas sus nuevos aliados, pero asà y todo sigue siéndoles útil.
A los Kirchner les resultó asombrosamente fácil reemplazar el relato que escribieron mientras estaban en Santa Cruz por otro decididamente mejor. En el Sur acumularon poder y dinero aprovechando con habilidad las oportunidades para lucrar que les ofrecieron primero los militares y, después, los menemistas “neoliberales”. Aunque virtualmente todos sabÃan muy bien que, antes de trasladarse a la Capital Federal en mayo de 2003, Néstor y Cristina nunca habÃan manifestado el menor interés por los derechos ajenos, ya que a su juicio se trataba de un tema minoritario que no les brindarÃa ninguna ventaja polÃtica o material, la gente de las agrupaciones formadas por los parientes de los desaparecidos y sus simpatizantes no se dejaron preocupar por tal omisión. Sin vacilar un solo minuto, los abrazaron.
Se entiende: billetera mata no sólo galán sino también a “idealistas” politizados. Con muchÃsimo dinero aportado por los contribuyentes, los Kirchner se compraron una nueva identidad, la de defensores heroicos de las vÃctimas de la brutalidad castrense. Se trataba de una proeza que le permitirÃa a Cristina andar por el mundo sermoneando a los mandatarios de otros paÃses que, en su opinión, no estaban a su altura, además, claro está, de ensañarse con “la derecha” nativa.
Al erigirse en paladines un tanto tardÃos de los derechos humanos, Néstor Kirchner y su esposa lograron congraciarse con una parte sustancial de la progresÃa local, en especial con la vinculada, aunque sólo fuera emotivamente, con los grupos terroristas que, luego de perder la guerra sucia, triunfarÃan en el terreno polÃtico. Andando el tiempo, se oxidarÃa el blindaje moral que les prestaron a los kirchneristas sus nuevos aliados, pero asà y todo sigue siéndoles útil.
A los Kirchner les resultó asombrosamente fácil reemplazar el relato que escribieron mientras estaban en Santa Cruz por otro decididamente mejor. En el Sur acumularon poder y dinero aprovechando con habilidad las oportunidades para lucrar que les ofrecieron primero los militares y, después, los menemistas “neoliberales”. Aunque virtualmente todos sabÃan muy bien que, antes de trasladarse a la Capital Federal en mayo de 2003, Néstor y Cristina nunca habÃan manifestado el menor interés por los derechos ajenos, ya que a su juicio se trataba de un tema minoritario que no les brindarÃa ninguna ventaja polÃtica o material, la gente de las agrupaciones formadas por los parientes de los desaparecidos y sus simpatizantes no se dejaron preocupar por tal omisión. Sin vacilar un solo minuto, los abrazaron.
Se entiende: billetera mata no sólo galán sino también a “idealistas” politizados. Con muchÃsimo dinero aportado por los contribuyentes, los Kirchner se compraron una nueva identidad, la de defensores heroicos de las vÃctimas de la brutalidad castrense. Se trataba de una proeza que le permitirÃa a Cristina andar por el mundo sermoneando a los mandatarios de otros paÃses que, en su opinión, no estaban a su altura, además, claro está, de ensañarse con “la derecha” nativa.
Al hablar de “los curros” posibilitados
por la voluntad de los kirchneristas de hacer creer que les importan los
derechos humanos, Macri sorprendió a los muchos que, por sus propios
motivos, han preferido no arriesgarse criticando la forma en que
Cristina ha sacado provecho de un asunto tan sensible. Aun cuando lo
atribuyeran a una maniobra polÃtica cÃnica, guardarÃan silencio por
miedo a ser acusados de solidaridad para con la represión ilegal. Pero
después de coincidir con el juicio del presidenciable porteño Graciela
Fernández Meijide y Julio César Strassera, dos personas intachables que,
a diferencia de los Kirchner, sà se habÃan opuesto al terrorismo
estatal cuando hacerlo era peligroso, Sergio Massa intervino afirmando
que ha llegado la hora de “cerrar la etapa de los derechos humanos”, ya
que a su entender no sirve para nada seguir mirando para atrás. Como fue
de prever, Florencio Randazzo, AgustÃn Rossi y otros kirchneristas
renombrados por su apego a principios humanitarios elevados reaccionaron
con furia, acusándolo de querer dejar al pueblo argentino a la merced
de lobos genocidas sueltos.
Délfico como siempre, Daniel Scioli fue más cauto: aseveró que “el compromiso con la verdad y la justicia no se clausura, en esto debemos estar unidos los peronistas”. Sin embargo, sucede que, tanto para Cristina como para los demás compañeros de la gran familia peronista, el fervor por “la verdad y la justicia” no significa querer que rindan cuenta los terroristas o sus enemigos de la Triple-A que fue creada, con la aprobación evidente del general Juan Domingo Perón, por “el brujo” José López Rega para eliminar a los imberbes del ala revoltosa del movimiento, por lo que hicieron antes del golpe militar de marzo de 1976 cuando la Argentina estaba, al menos formalmente, en democracia.
Para casi todos los autoproclamados militantes de los derechos humanos, las únicas violaciones realmente condenables fueron las perpetradas por integrantes del régimen militar y sus auxiliares policiales o civiles. Como Massa ha señalado, el gobierno kirchnerista y sus socios insisten en aferrarse a un perÃodo determinado que terminó hace más de treinta años.
Que Cristina y los suyos se esfuercen por impedir que el paÃs salga por fin de la década de los setenta del siglo pasado puede comprenderse. Si bien les ha sido necesario cambiar muchas cosas, entre ellas su propio pasado, creen que les conviene continuar reeditando las batallas ideológicas de su juventud cada vez más lejana. Parecen convencidos de que en aquel entonces todo era mucho más sencillo, que se trataba de una guerra entre el bien y el mal en la que ellos mismos desempeñaban un papel histórico y que, a pesar de algunos reveses coyunturales, finalmente ganaron.
Como la Presidenta nos informa en sus arengas ya cotidianas, el Gobierno que encabeza sigue luchando con coraje sobrehumano contra golpistas agazapados, poderes corporativos concentrados que sirvieron a la dictadura y que sueñan con volver, medios de difusión colaboracionistas, neoliberales y otros demonios igualmente malignos. Da a entender que la única alternativa al kirchnerismo es una tiranÃa militar, lo que es absurdo puesto que las fuerzas armadas, hambreadas y humilladas por un gobierno que no las respeta, no están en condiciones de tomar el poder y, de cualquier modo, son plenamente conscientes de que intentar salvar a la Patria de sà misma una vez más no podrÃa sino culminar en un nuevo desastre.
Délfico como siempre, Daniel Scioli fue más cauto: aseveró que “el compromiso con la verdad y la justicia no se clausura, en esto debemos estar unidos los peronistas”. Sin embargo, sucede que, tanto para Cristina como para los demás compañeros de la gran familia peronista, el fervor por “la verdad y la justicia” no significa querer que rindan cuenta los terroristas o sus enemigos de la Triple-A que fue creada, con la aprobación evidente del general Juan Domingo Perón, por “el brujo” José López Rega para eliminar a los imberbes del ala revoltosa del movimiento, por lo que hicieron antes del golpe militar de marzo de 1976 cuando la Argentina estaba, al menos formalmente, en democracia.
Para casi todos los autoproclamados militantes de los derechos humanos, las únicas violaciones realmente condenables fueron las perpetradas por integrantes del régimen militar y sus auxiliares policiales o civiles. Como Massa ha señalado, el gobierno kirchnerista y sus socios insisten en aferrarse a un perÃodo determinado que terminó hace más de treinta años.
Que Cristina y los suyos se esfuercen por impedir que el paÃs salga por fin de la década de los setenta del siglo pasado puede comprenderse. Si bien les ha sido necesario cambiar muchas cosas, entre ellas su propio pasado, creen que les conviene continuar reeditando las batallas ideológicas de su juventud cada vez más lejana. Parecen convencidos de que en aquel entonces todo era mucho más sencillo, que se trataba de una guerra entre el bien y el mal en la que ellos mismos desempeñaban un papel histórico y que, a pesar de algunos reveses coyunturales, finalmente ganaron.
Como la Presidenta nos informa en sus arengas ya cotidianas, el Gobierno que encabeza sigue luchando con coraje sobrehumano contra golpistas agazapados, poderes corporativos concentrados que sirvieron a la dictadura y que sueñan con volver, medios de difusión colaboracionistas, neoliberales y otros demonios igualmente malignos. Da a entender que la única alternativa al kirchnerismo es una tiranÃa militar, lo que es absurdo puesto que las fuerzas armadas, hambreadas y humilladas por un gobierno que no las respeta, no están en condiciones de tomar el poder y, de cualquier modo, son plenamente conscientes de que intentar salvar a la Patria de sà misma una vez más no podrÃa sino culminar en un nuevo desastre.
Asà y todo, Cristina habla y, lo que es
peor, gobierna como si aún se viera frente a una oposición representada
por un régimen que se fue hace mucho tiempo. Su negativa a adaptarse a
los tiempos que corren ha tenido consecuencias catastróficas para el
paÃs que, por injusto que le parezca a la señora, ya se encuentra en la
segunda década del siglo XXI.
SerÃa reconfortante suponer que el entusiasmo por los derechos humanos de la Presidenta, los muchachos ya no tan jóvenes de La Cámpora y los dechados de virtud democrática que ocupan cargos en su gobierno se basa en un compromiso sincero con la justicia, pero no hay demasiadas razones para creerlo. El que tantos “militantes” de la causa sean familiares de desaparecidos politizados hace temer que lo que los motiva tenga menos que ver con la esperanza de que la Argentina deje atrás un pasado violento que con el deseo de continuar librando una vendetta personal contra los uniformados, una vendetta que, como sucede en Sicilia, será heredada por sus descendientes.
SerÃa reconfortante suponer que el entusiasmo por los derechos humanos de la Presidenta, los muchachos ya no tan jóvenes de La Cámpora y los dechados de virtud democrática que ocupan cargos en su gobierno se basa en un compromiso sincero con la justicia, pero no hay demasiadas razones para creerlo. El que tantos “militantes” de la causa sean familiares de desaparecidos politizados hace temer que lo que los motiva tenga menos que ver con la esperanza de que la Argentina deje atrás un pasado violento que con el deseo de continuar librando una vendetta personal contra los uniformados, una vendetta que, como sucede en Sicilia, será heredada por sus descendientes.
El contraste con lo que sucedió en la
mayor parte de Europa después de la Segunda Guerra Mundial es notable.
Luego de una etapa breve en que las vÃctimas de la barbarie nazi
procuraban vengarse contra todos los alemanes y otros involucrados, casi
todos optaron por intentar reconciliarse, limitándose a perseguir a los
jefes más responsables, como en efecto harÃa el gobierno del presidente
Raúl AlfonsÃn. La actitud de los “militantes” kirchneristas ha sido
mucho más dura; quieren que no haya excepciones, a menos que sea
cuestión de acusados de abusos graves como el jefe del ejército César
Milani que juran sentirse parte del proyecto “nacional y popular” y por
lo tanto merecen ser perdonados. Al permitirle a Milani hacer gala de
sus opiniones en tal sentido, Cristina abrió la puerta a la eventual
repolitización de instituciones armadas que, en una democracia sana,
deberÃan permanecer totalmente despolitizadas.
En otros paÃses, como Sudáfrica y España, los gobiernos democráticos que sucedieron a dictaduras crueles decidieron que serÃa mejor desistir de tratar de aplicar retroactivamente la ley. Antes de la llegada al poder de los Kirchner, la Argentina pareció haber adoptado una versión parcial de la estrategia asà supuesta, ya que el gobierno de AlfonsÃn impulsó el procesamiento de los militares y cabecillas terroristas acusados de cometer graves crÃmenes de lesa humanidad, pero por motivos más polÃticos que éticos, la tregua que siguió fue abrogada por los santacruceños.
Pudieron hacerlo no sólo porque las fuerzas armadas, desdentadas y desmoralizadas, no planteaban una amenaza real, sino también porque a ciertos sectores les resultaba más atractivo reanudar los conflictos de tiempos ya idos que sentirse constreñidos a enfrentar los desafÃos planteados por el enésimo fracaso socioeconómico y polÃtico de una serie ya insólitamente prolongada. Es escapista suponer que, para la Argentina actual, ha de ser prioritario castigar a militares por lo que jefes ya muertos les ordenaron hacer casi cuarenta años atrás, pero los kirchneristas se han destacado más por su voluntad de aprovechar polÃticamente los gravÃsimos problemas estructurales del paÃs que por intentar solucionarlos o, por lo menos, atenuarlos, razón por la que optaron por seguir rebobinando la historia para luchar contra un enemigo que hacÃa décadas habÃa abandonado el campo de batalla.
En otros paÃses, como Sudáfrica y España, los gobiernos democráticos que sucedieron a dictaduras crueles decidieron que serÃa mejor desistir de tratar de aplicar retroactivamente la ley. Antes de la llegada al poder de los Kirchner, la Argentina pareció haber adoptado una versión parcial de la estrategia asà supuesta, ya que el gobierno de AlfonsÃn impulsó el procesamiento de los militares y cabecillas terroristas acusados de cometer graves crÃmenes de lesa humanidad, pero por motivos más polÃticos que éticos, la tregua que siguió fue abrogada por los santacruceños.
Pudieron hacerlo no sólo porque las fuerzas armadas, desdentadas y desmoralizadas, no planteaban una amenaza real, sino también porque a ciertos sectores les resultaba más atractivo reanudar los conflictos de tiempos ya idos que sentirse constreñidos a enfrentar los desafÃos planteados por el enésimo fracaso socioeconómico y polÃtico de una serie ya insólitamente prolongada. Es escapista suponer que, para la Argentina actual, ha de ser prioritario castigar a militares por lo que jefes ya muertos les ordenaron hacer casi cuarenta años atrás, pero los kirchneristas se han destacado más por su voluntad de aprovechar polÃticamente los gravÃsimos problemas estructurales del paÃs que por intentar solucionarlos o, por lo menos, atenuarlos, razón por la que optaron por seguir rebobinando la historia para luchar contra un enemigo que hacÃa décadas habÃa abandonado el campo de batalla.
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Estimado Troll o leecher, usuario fake (que se hace pasar por otro usuario); o usuario tÃtere ( que se hace pasar por varios y diferentes usuarios), no desperdicie su tiempo ni el mÃo. Si me parece que el comentario no aporta nada positivo, el mismo será eliminado. Este Blog es un espacio personal en el que el titular no tiene tiempo ni ganas de explicar que no, no cree que las Abuelas de Plaza de Mayo merezcan el premio Nobel; ni que los Dictadores Militares sean inocentes; o que Fidel Castro fue el único gobernante democrático de Latinoamérica en los últimos 50 años; o que Israel es un estado humanitario y justo; o que Kristina vino a salvar al pueblo y es del pueblo.
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