El populismo es esencialmente inmoral
Por Roberto Cachanosky
EconomÃa Para Todos
Infinidad de veces me han preguntado por qué el gobierno comete las
barbaridades económicas que vemos a diario. Por qué Moreno patotea a los
empresarios, cierra la economÃa y otras torpezas más. Por qué desde el
BCRA destrozan la moneda. En fin, ¿cuál es la razón de esta polÃtica
económica destructiva?
Responder a este interrogante no es tan sencillo. Algunos lo
explicarán desde la ignorancia y otros por cuestiones de resentimiento.
Es posible que haya una mezcla de estos dos factores, pero, aunque
parezca mentira, creo que en el fondo hay un problema de razonar la
economÃa. El kircherismo-cristinismo ven el proceso económico como una
lucha por la distribución del ingreso. Creen que si un sector tiene
ganancias es porque otros salen perdiendo. No entienden que en economÃa
todos pueden salir ganando sin que el Estado se meta a hacer las
burradas que hacen ellos todos los dÃas.
Esta visión de la economÃa como si fuera una guerra queda en
evidencia en los discursos oficiales. Nos quieren invadir con productos
importados. Tenemos que defender la producción nacional. Los empresarios
tienen que moderar sus ganancias. Todo el discurso es en un tono de
conflicto, el cual solo es solucionado por la “sabidurÃa”, “bondad” y
“ecuanimidad” de la presidente. Es decir, si algo bueno pasa en la
economÃa es porque ellos son los iluminados que hacen justicia con sus
polÃticas, no porque la gente sea eficiente y competitiva. Sin duda que
parte de este discurso puede obedecer al populismo que trata de captar
votos diciendo: “gracias a mÃ, Uds. los marginados, tienen un ingreso
mejor”. Y cuando el populismo se complica por falta de recursos para
mantener la fiesta de consumo, jamás se va a aceptar los groseros
errores cometidos. Todo se limita a denunciar conspiraciones ocultas que
vienen a destruir la construcción de un proyecto bondadoso encarnado en
una sola persona. Eso es parte del discurso polÃtico populista que vaya
uno a saber que fundamentos psicológicos tiene.
En rigor la economÃa no es una guerra donde unos ganan y otros
pierden. SÃ hay competencia entre empresas para ganarse el favor del
consumidor. Esa competencia consiste en invertir para vender los mejores
productos a los precios más convenientes para ganarse el favor del
consumidor. Para ello se requiere inversión, capacidad de gestión y
agregar valor. En ese proceso de inversiones se crean nuevos puestos de
trabajo que aumentan la demanda de mano de obra y fuerzan los salarios
al alza.
Al mismo tiempo, mientras más se invierte, más unidades se producen
(aumenta la productividad), lo cual hace bajar los costos fijos por
unidad producida, los bienes y servicios son más abundantes y baratos y
mejora el nivel de ingreso de la gente. Pero no porque las empresas
ganen menos. Las empresas ganan más porque venden más, a precios más
bajos y mejores calidades. Su ganancia está en el volumen. El ejemplo
que podemos dar es el de las computadoras. Cada vez tienen mejores
procesadores, más capacidad de almacenaje de datos, etc. y los precios
bajan o se mantienen. Con la telefonÃa celular ocurre algo similar.
Obviamente estoy hablando del resto del mundo, no de Argentina donde
gracias al modelo de sustitución de importaciones los “empresarios”, que
en rigor en su mayorÃa son cortesanos del poder de turno, obtienen
privilegios para no competir y perjudicar a los consumidores
vendiéndoles productos de baja calidad y a precios más altos que en el
resto del mundo. Basta con hacer una simple recorrida por los portales
de internet para advertir las notebooks que se venden en EE.UU. y en
Argentina, comparando precios y calidades.
Pero el gobierno no ve la competencia como un proceso por el cual los
empresarios deben invertir y competir para ganarse el favor del
consumidor. Por el contrario, consideran que la competencia no funciona y
la producción, los precios de venta, los salarios y lo que tiene que
producirse depende de una mente iluminada para ser exitosa. Hoy es
Moreno el supuesto “iluminado” como en otro momento, con otros modales,
fueron Grinspun, Gelbard y tantos otros ministros de economÃa que
consideraban que solo la “bondad” de los gobernantes lograba mejorar el
ingreso de la gente frente a la avaricia de los empresarios, al tiempo
que esa “avaricia” empresaria es alimentada cerrando la competencia a
los bienes importados. Una razonamiento realmente para psiquiatras.
Dentro de este pensamiento autoritario en materia económica, que es
una especie de iluminismo económico y monopolio de la bondad de los
polÃticos, no hay lugar para entender que la competencia es un proceso
de descubrimiento. Descubrir qué demanda la gente, qué precios está
dispuesta a pagar por cada mercaderÃa y qué calidades exige. Por eso el
populismo económico inhibe la capacidad de innovación de la gente y los
“empresarios” millonarios son, en su mayorista, simples lobbistas que
hacen fortunas con negociados turbios gracias a sus influencias con los
corruptos funcionarios. Es en este punto en que el intervencionismo deja
de ser ineficiente para transformarse en esencialmente inmoral porque
los beneficios empresariales no nacen de satisfacer las necesidades de
la gente, sino de esquilmar los bolsillos de los consumidores. Y como
para esquilmarlos necesitan el visto bueno de los funcionarios públicos,
ese acuerdo se transforma enorme corrupción donde la riqueza surge de
expoliar a la gente mediante pactos corruptos.
Pero como los populistas no son tontos, entonces empiezan a
redistribuir ingresos en forma forzada para tratar de calmar a las masas
tirándoles migajas de aumentos de sueldos para calmarlas, mientras
funcionarios y pseudo empresarios pesan bolsos de dinero.
Desde el punto de vista estrictamente económico la tan denostada
economÃa de mercado es más eficiente que el populismo y el
intervencionismo porque para poder progresar el sistema exige que
inevitablemente el empresario tenga que hacer progresar a los
trabajadores con mejores sueldos y condiciones laborales, al tiempo que
también hacen progresar a los consumidores porque éstos solo les
compraran si producen algún bien de buena calidad y a precio
competitivo. No es por benevolencia que ganan plata los empresarios en
una economÃa de mercado, sino por esforzarse para obtener el favor de
los consumidores. A diferencia del intervencionismo populista en que se
acumulan fortunas sin invertir y expoliando a consumidores y
trabajadores, conformándolos con migajas que “bondadosamente” les otorga
el autócrata de turno.
Pero además de ser más eficiente la economÃa de mercado, su gran
diferencia con el intervencionismo es que está basada en principios
morales y éticos en que nadie se apropia de lo que no le corresponde. No
se usa al Estado y a sus funcionarios para que, con el monopolio de la
fuerza, se desplume a trabajadores y consumidores. No se hace de la
corrupción una forma de construcción polÃtica en que las voluntades se
compran.
Por eso, y para ir finalizando, el drama de los pueblos es que cuando
se instala el populismo, se van cambiando los valores de la sociedad,
donde la cooperación pacÃfica y voluntaria entre las personas es dejada
de lado y se impone la prepotencia, el robo legalizado, la corrupción y
el vivir a costa de otra como forma de vida.
Como se ve, no estamos hablando solo de eficiencia económica cuando
hablamos de capitalismo versus populismo. Estamos diciendo que la
economÃa de mercado es un imperativo moral frente a la inmoralidad del
populismo intervencionista, dado que en este último imperan la
corrupción y el saqueo. La decencia, la honestidad en la función pública
y la transparencia en los actos de gobierno no son la esencia del
populismo. Por eso el populismo no solo es ineficiente como organización
económica, sino que es fundamentalmente inmoral porque su
funcionamiento asà lo requiere.
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