Superficialidad kirchnerista en la ESMA
Por Susana Viau
06/01/13
Una de las primeras noticias de las atrocidades que se
practicaban tras los muros de la Escuela de Mecánica de la Armada
procedió de un extenso reporte mimeografiado que circuló muy poco
después del golpe militar, acaso hacia fines de 1976. Consignaba las
actividades de los grupos de tareas, sus sospechosas salidas
“operativas”, las matrÃculas de los vehÃculos que se utilizaban en esas
expediciones punitivas. Sus autores eran, por supuesto, anónimos. No asÃ
la usina que lo producÃa, ANCLA, la agencia de informaciones que, en la
clandestinidad, dirigÃa Rodolfo Walsh y formaba parte del proyecto de
resistencia de Montoneros. Miguel Bonasso distingue, con razón, tres
etapas en la ESMA: la primera, en la que hacÃan su debut en la tortura y
el asesinato sistemáticos los oficiales navales entrenados por la
PolicÃa Federal en el uso de la picana, del submarino, del submarino
seco, de los despellejamientos. Los marinos, suele señalar Bonasso, no
tenÃan el know how del interrogatorio, de los mecanismos de
demolición de la vÃctima. La segunda fase fue, a su juicio, la del
Mundial de 1978, cuando los montoneros atacaron con RPG7 (lanzamisiles
de fabricación casera) el frente de la Escuela e hicieron desaparecer
una de las letras del nombre de la institución, una audacia que hizo
reconocer al ex capitán Jorge “el Tigre” Acosta: “uno a cero”. También
fue por esas fechas que comenzaron a plasmarse el plan de supervivencias
selectivas y el sueño polÃtico de Emilio Eduardo Massera. Nadie puede
decir que ese monumento a la ignominia enclavado en el lÃmite de la
ciudad fue el más feroz, el más despiadado de los centros de detención:
no se cuantifica el horror. Sà puede afirmarse que es el que quizás tuvo
el número más alto de sobrevivientes. Los testimonios de los liberados,
las actividades de piraterÃa y bandidaje de la oficialidad extendieron
su fama y lo convirtieron en sÃmbolo de la represión dictatorial. El
kirchnerismo lo percibió de inmediato y lo convirtió en emblema de su
flamante preocupación por los crÃmenes de la dictadura: allà Néstor
Kirchner se acordó de pedir perdón en nombre del Estado y allà también
olvidó que mucho antes de su llegada a los derechos humanos, en
circunstancias difÃciles, contra lo que indicaban las encuestas, el
sentido de autoconservación y los consejos de algunas celebradas
socialdemocracias europeas, otro gobierno habÃa echado a andar el
Juicio a las Juntas.En 2004, la ESMA salió de la órbita naval y tiempo más tarde fue rebautizada como Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos. En paralelo, se desarrollaba el debate acerca de cuál debÃa ser el destino del predio.
Al final, el lugar fue sometido a una repartija sectaria : sobre ese terreno funcionarÃan el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECUNHI), de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, la Casa de la Militancia, de la agrupación HIJOS, el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, dirigido por el abogado Eduardo Jozami, los canales Encuentro y Paka Paka. La palabra “memoria” funcionó como un salvoconducto para la instalación de organismos satélites del kirchnerismo y mientras tanto la polémica acerca de su utilización era saldada por la vida misma.
O por la arrolladora prepotencia del estilo “k” : en ese escenario de tragedia se dieron clases de cocina, a cargo de Hebe de Bonafini, ensayaron murgas barriales, se reunieron “las cristinas”: sobre la tierra abonada vaya a saberse con qué se propuso organizar una huerta, sembrar papas. Entre esas paredes, cerca de “Capucha”, “Capuchita”, “La Pecera”, o “El Pañol” –el depósito al que iban a parar las pertenencias de los secuestrados– a mediados de diciembre de 2012, la Corriente Nacional de la Militancia realizó su Congreso. Asistieron los dirigentes de La Cámpora-Unidos y Organizados, Carlos Tomada, Andrés “el Cuervo” Larroque, el intendente de Moreno, Mariano West, el de Lanús DarÃo DÃaz Pérez, Carlos Zannini e, inclusive, Amado Boudou, una presencia por la que se habrá estremecido más de una tumba sin nombre . Al final, emitieron un documento que, en sus pasajes más importantes sostenÃa que “nadie como Cristina interpreta lo que la Argentina necesita” y preveÃa que “el movimiento nacional y popular se moverá hacia donde Cristina lo indique”. Conclusiones para las que, en verdad, no hacÃa falta realizar un encuentro nacional.
Del mismo modo en que se habÃa apropiado del 24 de marzo, el kirchnerismo se adueñó de la ESMA . Y era esperable que lo hiciera con la superficialidad con que habló de los “goles secuestrados”, con la mayúscula torpeza con que autorizó al secretario de Seguridad Sergio Berni a llevar detenidos a Campo de Mayo –un siniestro campo de concentración– a un grupo de luchadores sociales; con la desaprensión con que bautizó “el mar nos une” al convenio que permite a un puñado de estudiantes secundarios navegar durante dos dÃas en la Fragata Libertad. Una gaffe imperdonable: “El mar nos une” era el nombre que el Almirante Cero habÃa dado a su campaña de relaciones públicas para estimular la imagen del arma y la suya propia con el regalo de pequeños e inocentes veleros. Claro que el asado con choripanes y hamburguesas en los mismos terrenos donde lo que se colocaba sobre la parrilla eran los cadáveres de los asesinados supera cualquier marca, violenta cualquier sensibilidad menos , todo hay que decirlo, la de aquellos que tienen la obligación de sentirse agraviados.
No lo creyó indignante la agrupación H.I.J.O.S, ni tampoco uno de sus miembros, Camilo Juárez, hijo del cineasta desaparecido Enrique “Quique” Juárez, quien argumentó que “el Espacio para la Memoria no es más un centro de detención” y lo que ocurrió allà no fue un asado sino “la presentación del Plan Estratégico del Ministerio de Justicia, del que participaron sus trabajadores y como suele suceder estas actividades siempre tiene un catering y un brindis”. Omitió explicar que los trabajadores a los que se referÃa habÃan sido obligados a hacer acto de presencia, una suerte de esclavitud laboral que, es probable, lo que queda de la ESMA en la ex ESMA convierta en un hecho normal. TodavÃa pueden dar fe de ello algunos de los sobrevivientes, forzados a cumplir horario en las inmobiliarias controladas por Jorge Rádice o a concurrir a hacer de oficinistas en la CancillerÃa para luego regresar a pernoctar en Capucha. Ni siquiera se escandalizaron las Madres y las Abuelas, que aprobaron el festejo. Hebe de Bonafini lo expresó con una frase contundente: “En la ESMA se puede hacer de todo”.
Eso es, exactamente, lo que creÃan “el Negro” Massera y Rubén Jacinto Chamorro.
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