Todo pudo ser peor


En Argentina existe un espécimen antropomórfico único en el mundo. Un ser que aún en su estadio espermatozoico u ovular, goza de conciencia y memoria suficiente como para entender y más tarde poder opinar sobre eventos que ocurrieron antes de su nacimiento. 
Así podemos leer en las redes a jóvenes de 20 o 30 años opinando como si la historia de la subversión en Argentina iniciara el día en que Videla y sus socios tomaron por la fuerza de las armas un gobierno democrático que se había ido a la banquina y no paraba de derrapar.
Piensan que los terroristas fueron una reacción al totalitarismo de la dictadura militar y no como en realidad fue: todo lo contrario, el origen del conflicto.
Supongo que están esperando que el último de los testigos de aquella vergonzosa era se muera y así poder instalar ese relato de hondas raíces comunistas que glorifica a dictadores como Castro y demoniza a procesos que en definitiva, por más malos que hayan sido, siempre terminaron en una salida democrática.
Para esos super genios divididos entre el troskismo, el stalinismo y el anarquismo más infantil que usted pueda imaginar, los subversivos comenzaron a operar recién con las Juntas Militares en 1976, sostienen que nadie había querido que los militares tomaran el gobierno (aunque haya sido el golpe civico-militar más anunciado  de la historia, con la participación de más de 200 intendentes y gobernadores peronistas y cerca de 700 del radicalismo) y que los delitos cometidos por la subversión fueron simplemente actos patrióticos de una juventud maravillosa. La misma que no dudaba en atacar, en vigencia de la democracia y por la causa, a mujeres, niños y algún político o empresario al que habían secuestrado para sacarle guita.


Sostienen que el Estado en todo su poderío era el único violento y que no se libraba una guerra tal como aceptara el mismo Firmenich tardíamente. No, para ellos los militares cometían abusos violando los Derechos Humanos de manera indiscriminada, aplicando lo aprendido de los asesores franceses que habían operado en Argelia, en cursos pagados por el gobierno de Perón y dictados en la Escuela de las Américas de Panamá. Claro que, como nadie nunca les reclamó a los franceses por las desapariciones y torturas en Argelia, estos pibes intentan hacer sonar el escarmiento in-eternum en los ancianos militares que nos quedan. Ni hablemos de respetar los derechos humanos de la sociedad civil.


La realidad, tal como yo la entiendo, iguala lo malvado de ambos demonios. Montoneros, ERP y la FAR estaban subvencionados por el comunismo internacional con la idea de instalar un régimen como el de Castro en nuestro país. El experimento de Allende ya había fallado para cuando Argentina regresaba a la democracia y el mismísimo Perón prefirió tender a la derecha, aunque los jóvenes revoltosos que querían un experimento populista que le abriera las puertas a la gran URSS lo desafiaran constantemente. Esto en cualquier país se interpreta como traición a la Patria y un atentado hacia un pueblo que jamás había pretendido experimentar el comunismo. Ellos querían entrar por la ventana, sin usar la vía democrática. Y como usted sabrá, la traición a la Patria es un delito que al igual que la desaparición de personas, no prescribe.

 Asesinato de Carlos Prat 1975

Muchos años más tarde con el retorno a la democracia la buena gente de este bendito país pretendió reconstruir la República en un marco de justicia y un sano cambio de página que nos permitiera crecer en el concierto mundial. Pero lamentablemente llegaron quienes necesitaban legitimar su pobre entidad política bajo alguna bandera popular y allí estaban los DDHH esperando que alguien les quisiera pagar los gastos sin preguntar a cuantos habían matado en democracia.
Y como si ésto fuera poco a los del otro bando los juzgamos hasta cuatro veces.
Durante los últimos 12 años el país se sumergió en una verdad a medias escuchando el relato que habían escrito personalidades mucho más afectas al asesinato político, que un militar, mucho más entrenado para matar defendiendo su Patria.
Los familiares de subversivos y los subversivos reciclados ocultos en fachadas de buenos ciudadanos y políticos, comenzaron a negar el período comprendido entre 1973 y 1976, un espacio de democracia donde el gobierno peronista con sus Triple A y Montoneros, ERP y FAR del otro lado, libraron una guerra civil sin uniformes, que cobró vidas de civiles inocentes en la modalidad de daños colaterales.
Es que al no existir una ética de combate con uniformes incluidos, los civiles siempre quedábamos como carne de cañón en medio del fuego cruzado. El terrorista subversivo se sentaba a tu izquierda y te señalaba como objetivo mientras se hacía el inocente mirando para la derecha.
Hoy vemos que han borrado sistemáticamente de la memoria de los jóvenes cualquier referencia al intento de copamiento comunista de nuestro país. No quieren recordar que el mismo gobierno democrático Peronista haya ordenado el "EXTERMINIO" de la amenaza comunista en Tucumán y más tarde en el resto de la República.

 Armando granadas del ERP en 1975

La cuestión es que en el período comprendido entre 1973 y 1976, durante el gobierno democrático de Perón/Perón, yo en lo personal, no podía sentirme tranquilo casi en ningún momento. No podía estar seguro de volver con vida cada vez que salia hacia la escuela o el trabajo. Ni de que una célula terrorista oculta en la fábrica de mi padre no volviera a amenazarme de muerte, o que el ERP no volvería a robarnos el auto a punta de ametralladora dejándolo más tarde abandonado pleno de bombas caza-bobos. Bombas como las que a cada rato explotaban en la ciudad en una escalada de violencia comenzada por las facciones montoneras que se verían complicadas con los ataques a los cuarteles del ejército en Formoza asesinando a pobres colimbas de consigna.
Algunos aseguran que los milicos llegaron cuando había un muerto cada 5 hs y una explosión cada 3 y otros mienten que no fueron recibidos con alegría.

Asesinato de José Ignacio Rucci 1973

En cambio desde 1976 hasta 1983, yo me encontraba dentro del circuito laboral y sin actividades comunistas que pudieran reclamarme. Mis ideas, mi barba tupida y el cabello largo hasta los hombros jamás me generaron el menor inconveniente con las fuerzas de seguridad, salvo el de mostrar mi documento de tanto en tanto en algún retén policial.
Es posible que la gente de trabajo nunca haya vivido un período de mayor seguridad en la calle que ese. Cuesta decirlo. Hasta las mujeres podían caminar solas de noche por la calle con total tranquilidad sin locos , degenerados o drogadictos que pudieran atacarlas. Todo lo contrario a la inseguridad a la que nos arrastrara el populismo narco de los últimos 12 años.
Pero, cómo decirlo sin ser atacado por una jauría de terroristas reciclados y jóvenes de cerebro lavado, dueños del poder y los medios?
Hubo que esperar un gobierno democrático como el actual.
Claro que no es sano analizar las épocas pasadas con la vara del conocimiento actual. Todos somos genios  con el diario del lunes, pero la realidad es que los "Jóvenes idealistas" de los 70  no eran mejores que la patria terrateniente vernácula. Simplemente querían ocupar su lugar como lo demostraron mucho más tarde con la ineptocracia kirchnerista.

 Masacre de Ezeiza 1973

Pero Argentina no es ni será jamás campo fértil para experimentos comunistas. Aún menos en la actualidad cuando el comunismo no es más que una referencia histórica en los libros. Es que su fracaso ya es tan evidente que aunque se haya tratado de reciclar en populismos como el de Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador o Argentina, nadie ha visto yates norteamericanos escapando hacia Cuba y los mismos defensores del modelo se niegan a ir a vivir allí.
Muy por el contrario, el régimen al que querían someter a la Argentina ha expulsado permanentemente a miles de balseros que preferían perecer en el mar a continuar sufriendo en un régimen que reparte pobreza equitativamente entre el pueblo, pero la riqueza sólo entre sus políticos. Cuba en 57 años de historia de revolución nos ha enseñado a multiplicar los pobres para repartir igualitariamente la miseria, dicen, nada más.
Cada 24 de marzo deberíamos recordar que la historia es mucho más compleja que un grupo de abuelas o madres reclamando prebendas en un plaza. Que ese día no sólo comenzó un período negro de nuestra historia, sino que terminó otro que podía haber sido mucho peor. Que cada muerto de antes o después, merece ser considerado como un ser único e irrepetible y que su nombre debe ser honrado. Que no es lo mismo 7.158 nombres registrados por una comisión constitucional, que 30.000 lozas en un paredón perdido en una plaza.  Que la historia puede y debe ser interpretada  considerando la totalidad de los datos disponibles.
Porque no se puede tener memoria de algo que no se ha vivido, excepto que alguien nos lo haya contado, y para eso, necesitamos la historia completa. 
Por suerte hoy los testigos todavía seguimos vivos y con muy buena memoria. 
Pregunten.

Taluego.

"Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda [...] a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos."

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