La Justicia Federal argentina no puede investigar la corrupciĆ³n

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El senador radical Mario Cimadevilla sostiene que no existe un sistema judicial independiente e imparcial
El senador radical Mario Cimadevilla sostiene que no existe un sistema judicial independiente e imparcial | Foto: TELAM


MartĆ­n Varsavsky Waisman es un empresario en telecomunicaciones nacido en Buenos Aires -nacionalizado espaƱol y estadounidense- que donĆ³ a la Argentina mĆ”s de U$S 11.500.000 para crear el portal educativo Educ.ar.
En un reportaje concedido al diario espaƱol El PaĆ­s asegurĆ³ que los espaƱoles “no conocen lo que es un paĆ­s corrupto gobernado por corruptos”, y precisĆ³ “Yo, en EspaƱa, personalmente nunca me encontrĆ© con corrupciĆ³n. Pero quise llevar Fon a Argentina y el primer dĆ­a ya me estaban pidiendo sobornos”.
La corrupciĆ³n es una realidad mundial que afecta a las naciones desarrolladas y a las que no lo son; pero lo que pone en evidencia el grado de madurez polĆ­tica y fortaleza institucional de un paĆ­s -y la educaciĆ³n cĆ­vica de sus ciudadanos- es el nivel de tolerancia que la sociedad tiene ante estas prĆ”cticas y la actuaciĆ³n del Poder Judicial y del Ministerio PĆŗblico Fiscal frente a las mismas.
En la Argentina, hay un umbral muy elevado de tolerancia porque la justicia federal, en su mayorĆ­a (jueces y fiscales), ha sido complaciente con la corrupciĆ³n al garantizar impunidad a los corruptos. A partir de los ’90 el obsceno enriquecimiento de funcionarios pĆŗblicos (legisladores, integrantes del Ejecutivo y magistrados) o el sorprendente crecimiento econĆ³mico de empresas a las que Ć©stos -directa o indirectamente- estĆ”n vinculados es un hecho que, por lo reiterado, ha dejado de sorprender a la ciudadanĆ­a que, ocupada en sus dramas cotidianos, mira casi con indolencia estas desmesuras, bĆ”sicamente porque no han merecido de parte de la justicia (no obstante los largos y promocionados procesos de investigaciĆ³n que algunos casos generaron), una condigna y efectiva condena; es mĆ”s, en muchos casos la prescripciĆ³n de la acciĆ³n penal ha acudido en auxilio de los pocos procesados.
La Argentina es uno de los paĆ­ses mĆ”s corruptos del mundo; para salir de este patĆ©tico listado la actuaciĆ³n de los jueces federales y de los representantes del Ministerio PĆŗblico Fiscal serĆ” fundamental, pero ... ¿son capaces los jueces de Comodoro Py de investigar la corrupciĆ³n? ¿serĆ” capaz la ProcuraciĆ³n General de la NaciĆ³n -con Gils CarbĆ³ a la cabeza- de instar -a partir de la entrada en vigencia del nuevo CĆ³digo Procesal Penal- las investigaciones por estos delitos contra los funcionarios del gobierno saliente?. Ciertamente no.
GenĆ©ticamente, los jueces federales de primera instancia (que, hasta ahora, tienen a su cargo la instrucciĆ³n de las causas) han surgido -en los ’90- de la infame servilleta de Corach y -mĆ”s recientemente- de concursos sospechados aprobados con la complacencia de los representantes del estamento judicial.
La evidencia de la incapacidad de estos magistrados para investigar seriamente la corrupciĆ³n es contundente: Oyarbide (“SueƱos Compartidos”, la “Mafia de los Medicamentos” y la “Financiera de Greppi”), Rafecas (“Ciccone” y “Milani”), BonadĆ­o (“Alderete y el PAMI”, “Tandanor”, “Curtiembre Yoma” y “los secretarios privados de CFK”) y tantos otros, poco y nada han hecho para impulsar la instrucciĆ³n de los procesos hasta alcanzar la etapa de debate oral que concluya con una sentencia de mĆ©rito. Ni hablar de lo que ha hecho -y podrĆ” hacer- la Procuradora General para evitar las investigaciones; ha desplazado a quienes investigan (Campagnoli) y ha promovido y apaƱando a quienes encubren al poder (Gonella).
En sĆ­ntesis, en la Argentina no existe un sistema judicial independiente e imparcial capaz de instruir las causas sobre delitos de corrupciĆ³n, por su  complejidad inherente y “aƱadida”, por el compromiso de los jueces y fiscales  federales con el “poder polĆ­tico” y porque el proceso de selecciĆ³n -de unos y otros- no prevĆ© la evaluaciĆ³n de actitudes que permitan medir la independencia de los postulantes ante “poderes” concretos.
Las estructuras judiciales federales han entrado en estado de convulsiĆ³n, con una exposiciĆ³n y difusiĆ³n pĆŗblica que ha restado toda posibilidad de disimulo. En esa convulsiĆ³n convergen la intervenciĆ³n de la SecretarĆ­a de Inteligencia  por parte del Ejecutivo Nacional mediante el desplazamiento de sus jefes, los escĆ”ndalos en la AsociaciĆ³n de Magistrados y las peleas dentro del Ministerio PĆŗblico Fiscal (encabezado por Gils CarbĆ³) y de la CĆ”mara Federal de CasaciĆ³n Penal.
Provoca estupor que los principales medios informativos anuncien que el Poder Ejecutivo hace cambios en la SecretarĆ­a de Inteligencia sin otro propĆ³sito que influir sobre la voluntad de los jueces y que los magistrados del fuero penal federal se reĆŗnen para consensuar cursos de acciĆ³n a tomar en las causas que involucran a funcionarios del gobierno; indigna saber que un fiscal (Gonella) se niega a concurrir a citaciones judiciales con el aval de la mĆ”xima autoridad del organismo que integra (la doctora Gils CarbĆ³) que apoya esa actitud de rebeldĆ­a.
En suma, todo un verdadero escĆ”ndalo. No creo que la hiperactividad de los jueces federales en las causas que involucran a los funcionarios mĆ”s encumbrados del gobierno obedezca a un sĆŗbito interĆ©s por perseguir la corrupciĆ³n o desbaratar sus mecanismos; tampoco creo en las acciones que pueda llevar adelante el Ministerio PĆŗblico Fiscal.
De ninguna manera puede caerse en la ingenuidad de suponer que los jueces del fuero penal federal vayan a producir una estampida sobre los actos de corrupciĆ³n pĆŗblica. SĆ³lo se trata de “tensiones” entre “facciones” histĆ³ricamente enquistadas dentro de la Justicia Federal, pero el anĆ”lisis –polĆ­tico y periodĆ­stico-
lamentablemente se hace tratando de buscar razones en lo que dicen unos y otros de acuerdo a su alineamiento con el gobierno.
La Ćŗnica novedad “real” es la pĆ©rdida del “control de daƱos” que, tradicionalmente, se realizaba a travĆ©s de la SecretarĆ­a de Inteligencia y esto afecta tanto al gobierno como a los propios magistrados. La lamentable situaciĆ³n actual es una consecuencia mĆ”s de la lĆ³gica de poder que tiene el Partido Justicialista “todo”; para el PJ los jueces y los fiscales no son de la ley, sino del poder.
Esta lĆ³gica, obviamente, ha encontrado complicidades en un sector importante del Poder Judicial y del Ministerio PĆŗblico. Por caso, BonadĆ­o fue defendido y denostado por los mismos hombres y el mismo partido de gobierno. Ahora que investiga causas que molestan al poder se ha convertido en un hĆ©roe para un sector importante de la oposiciĆ³n polĆ­tica, pero la pregunta que la sociedad deberĆ­a formularse es si su actual diligencia y celeridad lo convierten en un buen juez.
Un sector importante de la justicia federal ha obtenido, impĆŗdicamente, una protecciĆ³n polĆ­tica que hoy le es negada, aceptando un juego perverso que compromete la dignidad de todo el Poder Judicial. La corrupciĆ³n hace peligrar el desarrollo polĆ­tico, econĆ³mico y social de una naciĆ³n, porque destruye la confiabilidad de los gobiernos, desvĆ­a los recursos, incrementa el costo de los servicios, aumenta la burocracia, y ahuyenta las inversiones.
Es una de las causas principales de la pobreza, es decir, de la exclusiĆ³n. Los paĆ­ses con altos niveles de corrupciĆ³n exhiben, por lo general, una reducida clase dominante econĆ³micamente poderosa y una enorme poblaciĆ³n anclada en la pobreza y la indigencia que sĆ³lo puede aspirar al asistencialismo como vĆ­a de subsistencia.
Los jueces de "Comodoro Py" carecen de antecedentes histĆ³ricos e institucionales para suponer que cambiarĆ”n su actitud jurisdiccional frente a las causas de corrupciĆ³n; si a esto se agrega el estado de “vulnerabilidad” en el que muchos se encuentran (algunos no pueden justificar su nivel de vida y gasto, quedando expuestos a“carpetazos”), la posibilidad de abandonar el nefasto ranking de los paĆ­ses mĆ”s corruptos del mundo es mĆ”s que utĆ³pica.

(*) Senador de la NaciĆ³n por la UCR – Chubut

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