Impunidad para todos

Por Jorge Lanata






14/02/14
A su exilio en el entrepiso de Tucumán 966, Guido Sassoli, Ignacio Rodríguez Varela y Elías Collado llevaron tres banderas.
–Cuando sos funcionario podés pedir que te asignen una bandera, y la Procuración te provee de una. En la Fiscalía de Saavedra y en la Secretaría teníamos tres. Y las mudamos con nosotros –contó uno de los exiliados.
–¿Sabés qué pasa? Cuando son las doce de la noche y todavía estas ahí laburando, y ya cancelaste el cine o una comida, mirás la bandera y decís: “Esto lo hago por algo mucho más grande que yo”.
Pero esta historia empieza en realidad en otra calle: Arias 4491, donde el entonces procurador suplente, Gonzalez Warcalde, en junio de 2012 reúne personal de la Fiscalía de Saavedra y de cada una de las otras dos fiscalías descentralizadas, La Boca y Pompeya, y dispone la creación de la SIPE, Secretaría de Investigaciones Penales.
“Ni SIDE ni BOPE, ¡SIPE!”, fue la consigna que inventaron sus miembros recordando a la tristemente célebre Secretaría de Informaciones del Estado y su par brasileña, la BOPE, que aparece en el film “Tropa de Elite”. La SIPE reúne funcionarios jóvenes pero con experiencia (siete en total, con carreras de entre 10 y 15 años de promedio), y se organiza bajo José María Campagnoli en un trabajo específico: esclarecimiento de NN. El 80% de las causas penales que tramitan en la Capital son denuncias que alcanzan a NN: desde el robo de un reloj por arrebato hasta el asalto al banco por ladrones disfrazados de rabinos.
El grupo se concentra en una regla básica: por cada diez robos hay una persona responsable, no diez responsables. Analizan conductas, identifican delincuentes, miran horas de grabaciones de cámaras de seguridad, cruzan antecedentes y en un año esclarecen 1.200 casos. La SIPE se especializa en salideras: “Siempre tenés la cara de alguno que estaba haciendo inteligencia en el banco y que es el que marca; si encontrás a ese, después seguís las comunicaciones y podés encontrar a los demás”. Trabajan con la Brigada Antisecuestros de la Federal y con Investigaciones de la Comuna 12 de la Metropolitana. La SIPE y la Fiscalía trabajan como una unidad. A esa unidad llega, perdida, en octubre de 2012, una denuncia contra Federico Elaskar, el dueño de La Rosadita, gestor del lavado de dinero de Lázaro Báez que transportó Leo Fariña. La querella contra Elaskar es vaga: representantes de la financiera SGI dicen haberse anoticiado de una deuda que mantienen con la AFIP por un crédito que desconocen haber concedido. “Quizás esto haya sido un negocio del presidente anterior –Elaskar–, que por otro lado nos estuvo amenazando”.
En la version de Elaskar, todo había sucedido al revés: él había sido amenazado por la gente de Lázaro para vender su empresa y habían puesto en su lugar al contador Pérez Gadín, pero nada de eso decía la causa original. Aquella causa perdida vuelve a aparecer ante los ojos del fiscal Campagnoli después de la emisión de “Periodismo para Todos” del domingo 14 de abril, el inicio de la Ruta del Dinero K. El lunes 15, mientras en “Telenoche” decíamos que era increíble observar que ningún fiscal había hecho aún una denuncia de oficio, los funcionarios de la Fiscalía empezaron a cruzar llamados: –Alguien tiene que hacer algo. Si no somos nosotros, ¿quién lo va a hacer?
–Hay que hacer un impulso de la acción penal de oficio.
–Esto va a ir a Federal y no van a hacer una mierda, y nosotros mostramos la cabeza al pedo.
Decidieron hacer algo de todos modos. Llegaron contrarreloj a la Oficina de Sorteos y el empleado no quería recibir la denuncia: –Esto hay que llevarlo a la Cámara Federal.
–Pero eso lo tiene que decidir el juez, no usted.
–No la puedo recibir.
El enviado de la SIPE llamó a un compañero.
–No la quieren recibir.
–¿Cómo que no quieren?
Eran las 13.28. Había tiempo hasta las 13.30.
–¿Pero a vos te sellaron el ingreso?
–Sí.
–Entonces dejala ahí y salí corriendo.
–¿Cómo que salga corriendo?
–Salí corriendo y no parés.
Horas después, la fiscalía pidió el tape del programa a Canal 13 y yo mismo declaré ante el fiscal. El azar o el destino hizo luego que resucitara el expediente de Elaskar. Pero el rompecabezas tenía ahora más piezas en su lugar. Uno de los investigadores había visto por la televisión a Fabián Rossi diciendo : “Yo no tengo nada que ver”. Y encontró entre los papeles de SGI un acta de directorio en la que se autorizaba a Rossi, el esposo de Iliana Calabró, a abrir una cuenta en un banco de Panamá, la misma por donde habría pasado la ruta del dinero.
–Ahí también nos empezamos a preguntar si no sería cierto lo que Elaskar había dicho. De hecho, la sociedad empieza a tener un giro envidiable y justo en ese momento Elaskar la deja. ¿Habría querido hacerlo?
En 22 días corridos, el grupo reúne 3.400 fojas de investigación: el teléfono de SGI estaba a nombre de Pérez Gadín, el contador de Lázaro Báez. Para el 19 de junio tenían probados los viajes de Martín Báez (el hijo de Lázaro), Pérez Gadín y Jorge Chueco los mismos días, y el regreso de la plata blanqueada denunciada por Elaskar, liquidada en la Bolsa de Rosario y transformada en cheques que estaban endosados por Chueco y depositados en la cuenta del Banco Nación de Austral Construcciones. Aunque todo se remitía a la justicia federal, la parsimonia de Tortuga Casanello hacía lo posible por demorar la investigación.
El destino volvió a meter la cola y una causa del ámbito deportivo y policial terminó también en Lázaro: a fines de 2012, la Fiscalía y la SIPE investigaban al asesino de Gonzalo Saucedo, Matías Soria. El hecho sucedió en la popular de River el 10 de junio, cuando el equipo garantizaba su retorno a Primera División. El padre de Soria conseguía entradas de un revendedor de la barra y sólo hubo que desenredar la madeja: de ahí llegaron a la jefatura de la barra, de ahí a la gerencia de River y de ahí a Passarella.
–Estábamos preparando el pedido de detención para las indagatorias de Passarella, Diego Turnes y otros directivos, los tres jefes de la barra, revendedores y dos policías.
Mientras la investigación avanzaba, se iban multiplicando los agujeros negros:llegaban a la Fiscalía CD’s de la SIDE en blanco, intervenciones telefónicas con carteles “No reviste interés”, etc. Una de las conversaciones interceptadas dejó en evidencia una punta del iceberg: era el diálogo entre Diego Rodríguez –ex vocero del club y hermano de la actual ministra de Seguridad, Maria Cecilia Rodríguez– y Fabio “El Mudo” Penna, de la barra. Penna le decía: “Lázaro Báez necesita lavar 300 palos verdes” y le ofrecía conseguirle parte del negocio.
El juez de instrucción número 10, Fernando Caunedo, que hasta entonces había autorizado todos los cruces telefónicos durante un año, decidió de pronto que el objeto de la investigación no estaba claro y que era “una excursión de pesca”. El 4 de diciembre, la injusticia desembarcó en Saavedra: Caunedo ordenó que le envíen la causa, suspendieron a Campagnoli y el 16 de diciembre llegó su reemplazante, Cristina Caamaño.
–Necesito ya la causa de River –fue su primer pedido.
Caamaño traía bajo el brazo información de inteligencia sobre los miembros del SIPE: comentarios de Facebook, Twitter, correos donde los empleados opinaban a favor del fiscal suspendido. En un insólito dictamen, pidió el traslado de los investigadores basándose en esa información: sus opiniones en redes sociales.
El lunes 10 de febrero llegó el camión de mudanzas a la calle Arias.
–Querían desalojarnos sin ninguna orden firmada. Nosotros decidimos poner una faja en la puerta del primer piso porque, después de todo, somos funcionarios y tenemos responsabilidad por lo que pase en nuestra oficina. Queríamos que alguien se hiciera cargo del traslado.
El funcionario de la Procuración, incómodo, reconoció que hacía falta una orden escrita. Alejandra Gils Carbó estaba en Europa. Finalmente, la orden fue firmada por el segundo de la Procuración, un funcionario de carrera que antes pidió un dictamen de algún funcionario de Arquitectura que afirmara que el sitio donde iban a mudar la Secretaría era adecuado para sus funciones. El arquitecto apareció por arte de magia y finalmente la mudanza se llevó a cabo.
En el entrepiso de la calle Tucumán, la SIPE ocupa una oficina de 20 metros sin ventanas. Allí se hacinan siete personas. Ninguno pensó en renunciar. Se consuelan diciendo que ahora Campagnoli, su jefe, con el que se quedaban trabajando hasta la madrugada, se convirtió en un símbolo de lucha contra la impunidad. El acusador acusado, con el culpable libre. Tienen la lucidez de las víctimas con la conciencia limpia. Allí llevaron las tres banderas. El sitio es tan chico que no entran. Dos de la banderas cuelgan como si fueran una soga para la ropa en una terraza. La otra está en el mástil, pero el mástil pega con el techo y la bandera, entonces, quedó inclinada en diagonal. Como si tuviera vergüenza por lo que tiene que ver.

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