Chevron, Chevron


Chevron, Chevron, qué grande sos
Por Jorge Lanata
20/07/13
Esta semana el Gobierno sufrió tres duros golpes en su capital simbólico: el gobierno “de los derechos humanos” designó a Milani como jefe del Ejército-e insistirá en su error el lunes próximo en el Congreso ratificando su ascenso-; sufrió la fuga de Ricardo Jaime durante seis días -y lo que todos imaginamos como una extorsión de la que pudieron librarse gracias al trabajo sucio de la Sala 1 de la Cámara Federal- y echó por tierra sus argumentos de defensa del Estado dándole a Chevron todo lo que le negó a Repsol, y más.
La “razón de Estado” a veces obliga a tragarse sapos, habrán pensado los chicos de La Cámpora dedicados a troquelar sus propios afiches: los que mencionaban el año pasado la palabra “Chevron” al lado de Repsol y otras petroleras que “nunca más” iban a dominar YPF. La distancia entre la realidad y el relato se ha vuelto cada vez más cínica: el decreto 929/2013, de Régimen de Promoción para la Inversión de Hidrocarburos, se llama “De Soberanía Hidrocarburífera”. La soberanía fue tasada en unos 300 millones para este año y quizá 900 millones más dentro de los cinco próximos, dinero que de todos modos Chevron no podía sacar del país y decidió invertir en un gran negocio.
Chevron ingresó como operadora en el país en 1999, comprando la Petrolera Argentina San Jorge. Durante trece años se dedicó a vaciar el yacimiento El Trapial-Curamched, del norte neuquino: su producción cayó un 60% y sus reservas probadas se derrumbaron, según el diario Río Negro, de 192 a 58 millones de barriles de crudo; las de gas pasaron de 1.169 millones de mv a 139 millones en 2011. Chevron fue invitada a todas las rondas nacionales e internacionales de áreas petroleras y de gas de Neuquén, pero nunca participó y ni siquiera compró los pliegos.
Ali Moshiri, el representante de Chevron para América Latina y Africa, se enteró de la peor noticia de su vida mientras era huésped de honor de Cristina en su hotel Los Sauces, en Calafate: después de 10 años de proceso judicial, la empresa tenía que pagar 19.000 millones de dólares de multa en Ecuador por daño ambiental. La demanda se había iniciado en 2003 en la ciudad de Lago Agrio y comprendía la explotación de Chevron en 1.500.000 hectáreas de selva pura, donde Texaco desechó millones de galones de agua con elementos químicos tóxicos y cancerígenos, afectando a más de treinta mil personas. Esa zona fue bautizada desde entonces como “el Chernobyl de la Amazonia”. Ecuador amenazó con embargar también en Argentina, pero aquí el “modelo” fue más flexible: a pedido de la procuradora general Alejandra Gils Carbó, la Corte Suprema suspendió el embargo.
Fernando Villavicencio, periodista y asesor parlamentario del grupo indígena Pachakutik en Ecuador, le dijo a Clarín: “Lo de Correa nos parece una doble moral, porque mientras los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro son aliados de Chevron, el señor Ali Moshiri también ha prometido importantes inversiones para la Argentina. Correa, mientras tanto, tiene adjetivos muy ácidos y críticos hacia la multinacional. Pero el Ecuador exporta y le entrega a Petrochina 250 mil barriles diarios de petróleo, que es revendido en Estados Unidos, y es Chevron quien compra ese petróleo ecuatoriano”.
El entusiasmo de Axel Kicillof llevó a bautizar “carnaval” a esta medida del Gobierno: “Esto será un carnaval y un boom de actividad, el acuerdo es un caso testigo y una enorme muestra de soberanía”. Lo que podría vincularse con el carnaval son, básicamente, las máscaras: el acuerdo tiene puntos secretos cuya existencia tanto Carlos Pagni en La Nación como Daniel Montamat, ex secretario de Energía, se encargaron de resaltar: por presión de Chevron, la empresa podrá cobrar su renta en dólares, con lo que estará a salvo del cepo cambiario, se la exime de impuestos y se acuerda con Chevron, YPF “y sus subsidiarias”, sin que nadie sepa de qué subsidiarias se trata. “¿Sociedades especiales para evitar eventuales embargos?”, se pregunta Pagni. El ex director de ENARSA Rubén Etcheverry observa que “se le entrega el patrimonio por otros 35 años de forma directa. No hay inversión. Están entregando el patrimonio por 35 años de forma anticipada”.
“YPF presentó el año pasado un plan estratégico”, me dijo por Radio Mitre ayer a la mañana Alberto Fernández. “No fue hace seis años, fue el año pasado. Y no lo escribió Repsol, lo escribió Galuccio: decía que la empresa necesitaba 7.000 millones por año. Lo único que consiguió hasta ahora son 300 millones, más lo que pudo sacar de los pequeños ahorristas, plata que puso el ANSeS y los 3.000 millones de reservas que están aceptados para financiar YPF. Esto no es ser “la gata flora”, como me dice Cristina.
Esto es un disparate. Necesitan 35.000 millones y consiguieron trescientos y sólo porque no los pueden sacar del país”.
Jorge Lapeña, secretario de Energía de Alfonsín, recordó que “Vaca Muerta y sus yacimientos no convencionales pueden ser de los más grandes del planeta. Las inversiones necesarias están alrededor de los 30 a los 40.000 millones de dólares. Esto requeriría un importante flujo de capitales del mundo hacia Argentina, como continuidad en el tiempo, y una política de acuerdos parlamentarios entre los diversos actores: ser confiable para el inversor extranjero. Todo esto no está, salvo un decreto”.
Para decirlo de otro modo: el boom exportador de la soja que sostuvo el “modelo” significó, aproximadamente, la entrada extra de un PBI.
Vaca Muerta significa siete PBI. Pero el carnaval empezó a la medianoche, con una adjudicación directa sostenida por un decreto, ignorando el consentimiento de la provincia que posee los yacimientos y con una empresa responsable de haber contaminado a decenas de miles de personas. No parece que haya que festejar bailando samba.
Investigación: JL / María Eugenia Duffard / Amelia Cole

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