Y muriĆ³ Videla


OpiniĆ³n 17-05-2013

La muerte del demonio mayor
Jorge Videla muere en la cƔrcel, como correspondƭa

La muerte del ex presidente de facto y dictador Jorge Videla, abre la posibilidad de hacer un relevamiento amplio y sensato de la historia argentina de finales de los setenta. Porque la historia fue de una manera, pero la democracia, a lo largo de estos 30 aƱos, nunca se ocupĆ³ de explicarla con la imparcialidad y objetividad que el caso amerita. Fundamentalmente con la objetividad que los hijos de la democracia, los sub 35, merecen.

Videla

Poco puede decirse acerca de Videla que no haya sido dicho. Fue un impiadoso dictador que encabezĆ³ una revoluciĆ³n marcial, que asesinĆ³ a miles de personas utilizando medios siniestros, y con el objetivo de desterrar de la Argentina una ideologĆ­a, sin importar el costo en vidas que la misiĆ³n conllevara. Puede asumirse que fue un pequeƱo Hitler, si se quiere, no es tan descabellada la comparaciĆ³n, al cabo.

Fue el hombre exacto en el momento exacto para que el desastre que se vivĆ­a se convirtiera en demencia; apagĆ³ el fuego con napalm y le puso una bisagra polĆ­tica e ideolĆ³gica a la Argentina. Con una mano erradicĆ³ al marxismo, y con la otra sumiĆ³ a la Argentina en el neoliberalismo que la endeudĆ³ vilmente y la sometiĆ³.

El Golpe

Esta es la secuencia mĆ”s importante del relato que se pretende hacer, porque implica contar las cosas que la democracia, en defensa propia, nunca le quiso contar a los mĆ”s jĆ³venes. Consiste en explicar quĆ© Argentina tenĆ­amos los argentinos cuando Videla derrocĆ³ a Maria Estela MartĆ­nez de PerĆ³n, el 24 de Mazo de 1976.

Y la verdad es que, a principios de 1976, lo que tenƭamos era, ni mƔs ni menos, que un paƭs padeciendo el fracaso del populismo y de la democracia misma.

HabĆ­a muerto JuĆ”n PerĆ³n, el hombre del destino, que en sus aƱos de exilio cometiĆ³ todos los errores que se podĆ­an cometer, fomentando la lucha armada y creando al primer demonio, (rĆ”pidamente cooptado por la Ć©pica del ERP, y el Guevarismo), para despuĆ©s dejarlo a un costado de las grandes decisiones. Tal fue el demonio terrorista creado por PerĆ³n, que, a su regreso, no consiguiĆ³ que se alineen en la estructura histĆ³ricamente vertical del peronismo, y los mandĆ³ combatir desde el estado, con la Triple A.

El plan de gobierno de PerĆ³n, desde 1973, tuvo en lo econĆ³mico una similitud con lo que hizo Menem en los noventa. Sostuvo artificialmente bajo el precio del dolar y exhibiĆ³ inflaciĆ³n cero, hasta que dos aƱos despuĆ©s, en 1975, con PerĆ³n ya fallecido, el nuevo ministro de economĆ­a, Celestino Rodrigo, se viĆ³ obligado a sincerar las variables y aconteciĆ³ lo que quedĆ³ en la historia como "El Rodrigazo". Una megadevaluaciĆ³n que fundiĆ³ a medio paĆ­s, disparĆ³ la inflaciĆ³n a tasas de tres dĆ­gitos, y provocĆ³ desabastecimiento de productos bĆ”sicos y combustibles, con la lĆ³gica conmociĆ³n social por el atraso salarial. La CGT comenzĆ³ a realizarle marchas de protesta y huelgas al gobierno peronista de Maria Estela MartĆ­nez, y el clima cotidiano era irrespirable.

La economĆ­a habĆ­a estallado, la actividad del terrorismo era tal que presidencia habĆ­a firmado dos decretos ordenando al ejĆ©rcito la aniquilaciĆ³n del accionar de la misma, (primero en TucumĆ”n y luego extendiĆ©ndolo a todo el territorio de la NaciĆ³n), el hombre de la calle era rehĆ©n de la lucha interna del postperonismo, porque entre los peronistas de izquierda y los peronistas de derecha, literalmente, se estaban matando.

Y el detalle que no puede soslayarse, en este punto, es que ante un paĆ­s en llamas, la oposiciĆ³n polĆ­tica al peronismo, encarnada en la figura del radical Ricardo BalbĆ­n, se declaraba incapacitada de proporcionar soluciones a la coyuntura.

Apenas dĆ­as antes del golpe de estado, BalbĆ­n se dirigiĆ³ a la poblaciĆ³n por cadena nacional diciendo "Algunos suponen que yo he venido a dar soluciones y no las tengo. Pero la hay. La uniĆ³n de los argentinos para el futuro de los argentinos"

Era una simple salida elegante, para declararse incompetente en la materia. Lo que decĆ­a BalbĆ­n no tenĆ­a el mĆ­nimo vĆ­nculo con la realidad de la calle a principios de 1976.

Lo que diremos a continuaciĆ³n cuesta entenderlo hoy, cuando afortunadamente la alternativa de un gobierno militar hace mucho tiempo que es impensable, pero este es un dato de la realidad y hay que tomarlo situĆ”ndose en el contexto de la Ć©poca.

Y, lo mĆ”s importante de todo. Hay que entender que en los setenta, la posibilidad de un gobierno militar era considerada, por la mayor parte de los argentinos, como una alternativa vĆ”lida. No existĆ­a la misma conciencia que existe hoy acerca de importancia vital de la democracia. Cuando las cosas se ponĆ­an mal para algunos sectores, ir a buscar a los militares era una chance que estaba ahĆ­, al alcance de la mano, como soluciĆ³n de emergencia.

Pero el golpe de 1976 fue diferente de los anteriores. Los militares no sĆ³lo fueron llamados por algunos sectores. Vinieron a hacerse cargo de un desmadre civil de proporciones nunca antes vistas.

Aunque a muchos les cueste creerlo, el 24 de Marzo de 1976, por la maƱana, cuando corriĆ³ la noticia de que los militares habĆ­an derrocado a MarĆ­a Estela MartĆ­nez de PerĆ³n, la enorme mayorĆ­a de los argentinos suspirĆ³, aliviada.

El golpe fue apoyado por amplios sectores de la sociedad, incluyendo al mismƭsimo Partido Comunista. Videla fue recibido como el hombre que venƭa a poner orden al inƩdito caos, y a terminar con el terrorismo, que desde ya mucho tiempo atrƔs era palpado, por el hombre de la calle, como un flagelo.

Nadie sabƭa ni tenƭa manera de saber, que el que venƭa a terminar con el primer demonio, era un demonio mucho mƔs salvaje y sangriento.

DramĆ”tica inclinaciĆ³n histĆ³rica de los Argentinos, que no dudan en adoptar una yararĆ”, en la medida en que les saque de encima a la culebra.

Consideraciones finales

A estas alturas algĆŗn lector hijo de la democracia estarĆ” pensado "pero este tipo suscribe la teorĆ­a de los dos demonios...". La respuesta es SĆ­. No tengas la menor duda que en la Argentina de los ´70 hubo dos demonios. Ocurre que la democracia, desde el ´83 a la fecha, nunca quiso admitirlo por varios motivos.

- Porque desde el reinicio democrĆ”tico era indispensable fortalecer las instituciones de la repĆŗblica, y para eso habĆ­a que presentar a un Ćŗnico enemigo de la patria. Cuando el presidente AlfonsĆ­n asumiĆ³ su cargo, el partido militar estaba intacto, y habĆ­a que muƱequear muchas situaciones controversiales para evitar que volvieran a interrumpir el orden constitucional.

- Porque el respeto y defensa de los derechos humanos debĆ­a instalarse de una vez y para siempre en la Argentina, y la mejor manera de hacerlo era mostrando descarnadamente el accionar de la dictadura. HabĆ­a que exponerlos y enjuiciarlos. HabĆ­a que concientizar.

- Porque la naciente democracia no podĆ­a permitirse hablar de su propio fracaso de una dĆ©cada atrĆ”s. Eso es lo que hace que, en estos Ćŗltimos tres decenios, nunca se haya hurgado ni actuado en profundidad sobre el aquelarre que fue el proceso 73 - 76 al regreso del Ćŗltimo PerĆ³n.

- Porque poner las cosas de la forma en que se pusieron permitiĆ³ hacer increĆ­bles negocios con indemnizaciones y victimizaciones varias, y para lo cual era indispensable presentar a los terroristas como luchadores sociales, inocentes vĆ­ctimas de unos tipos malos y de uniforme que un dĆ­a se levantaron de la cama con ganas de salir a asesinar gente.

A los mismos que a vos te mostraron como chicos inocentes, el hombre de la calle los debiĆ³ padecer en los setenta, cuando nadie sabĆ­a quĆ© camino tomar porque podĆ­a estallar una bomba en cualquier momento y en cualquier sitio.

Y a los que sobrevivieron, que los tenƩs en todas las Ɣreas de gobierno; desde el ejecutivo, el legislativo y hasta en la corte suprema de justicia.

Jorge Videla muere de viejo en la cĆ”rcel, como corresponde. Tuvo la chance de hacer lo que le negĆ³ a muchos, a los que asesinĆ³.

AquĆ­ hemos tratado simplemente de relatar la historia entera, de modo objetivo. La Ć©poca vergonzante de la historia de un paĆ­s que, a causa de su inmoral maniqueĆ­smo, siempre termina en hacernos tomar partido por uno u otro bando; en todo, cuando ya hace rato que muchos nos dimos cuenta, que lo correcto es mantenerse crĆ­tico y equidistante de los demonios.

FabiƔn Ferrante

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