Piñón fijo

La voz y el entusiasmo del jefe de Gabinete iban creciendo hacia el final. Juan Manuel Abal Medina cerró su exposición con un párrafo que, en cualquiera de los actos que proliferan por cadena nacional y donde lo frecuente es celebrar estas inflexiones con una ovación, habría pasado inadvertido. Pero ayer, en el hotel Alvear, cuando el militante elogió a Cristina Kirchner por no estar echándole la culpa de los problemas a nadie y por respetar los acuerdos, un auditorio pleno de empresarios soltó una carcajada.
Fue, a partir de allí, el comentario recurrente del Consejo de las Américas. Más sonoras en el fondo del recinto, las risas habían alcanzado a oírse también en las primeras filas, delante del jefe de Gabinete, donde se mezclaron con aplausos. Tanto que los embajadores Vilma Martínez y Jorge Argüello hicieron movimientos nerviosos.
"Tenemos una presidenta que está las 24 horas, los 365 días del año trabajando, gestionando, preocupándose por solucionar todos y cada uno de los problemas, que no le echa a nadie la culpa de los problemas del país. Jamás van a escucharla echarles culpas a otros, reproches, dejar de reconocer pactos, de hacer lo que corresponde y desconocer los problemas. Tenemos una presidenta que nos enseña que los problemas están para resolverlos", fue el cierre de Abal Medina.
El episodio sirve como tropo de un establishment que no termina de confiar en el Gobierno. El mismo al que ayer se dirigía Miguel Galuccio, presidente de YPF, en su pedido de inversiones para la petrolera. Cualquier testigo de los últimos discursos del ex líder de Schlumberger habrá advertido el cambio de estilo. El ingeniero debutó en público aquí el 5 de junio en el Sheraton, cuando presentaba su estrategia delante de militantes y entre cantos sobre la JP y los gorilas. Fue un discurso técnico convencido, ayuno de alusiones políticas. Habló como un petrolero. Pero ayer, dos meses después, ante un público más afín, parecía un político. "La presidenta Fernández de Kirchner tuvo valor y coraje en lanzar el nuevo modelo argentino, donde se alinean intereses de los accionistas con el interés del Estado y el manejo de una compañía profesionalizado", dijo.
Había pasado más de media hora de entrenamiento en el VIP, detrás de un biombo, ante la responsable de comunicación de YPF, Doris Capurro. Encapsulado y sin siquiera saludar a un aluvión de periodistas que pretendían escuchar, por primera vez, la visión del ingeniero importado de Londres para recuperar el autoabastecimiento. "Va a dar el jueves una conferencia de prensa", tranquilizaron en la petrolera.
Habrá que creer en la retórica: escucharlo le bastó a un par de empresarios para convencerse. Uno de ellos, Eduardo Eurnekian, dueño de Aeropuertos Argentina 2000, a quien la propia Cristina Kirchner convocó, el 15 de este mes, para invertir con YPF. "Ahora que Galuccio lo anunció, puedo decir que me interesa; veremos", dijo al retirarse. Eurnekian imagina que, en una primera etapa, el Gobierno deberá recurrir a fondeo local, a través de bancos.
Algo parecido a lo que dice esperar José Luis Manzano, uno de los pocos empresarios de diálogo con la Casa Rosada. "Acuérdese de lo que le digo: en tres años, Vaca Muerta va a ser Texas. Después dígame si miento", apostó ante el cronista, y afirmó que él ya estaba trabajando con YPF. ¿A qué precio se sumaría?, se le preguntó, y ahí sí se diferenció de sus colegas: dijo que el valor actual neto del barril de crudo en el mercado interno (73 dólares) era suficiente y que, para el gas no convencional, alcanzaba con los 4,50 dólares por millón de BTU que "tiene en este momento todo el mercado por Gas Plus".
Concesionarios
No todos lo tenían tan claro. Pero, una vez más, los escépticos pidieron no ser citados. Lo resumió un industrial de luminosa franqueza: "Usted tiene que entender que los empresarios argentinos hemos pasado a ser concesionarios: todos hacemos buena letra para que se nos renueve la concesión". Las dudas son grandes. Ayer, además, no habían sido informados los detalles de la propuesta de Galuccio. "Esto no es una convocatoria a invertir, discúlpeme", se excusó el dueño de un grupo importante.
Dependerá, en parte, de una cuestión a la que Hernán Lorenzino aludió ayer con ironía: el clima de negocios. "Vocabulario que proviene del clima para confundir y establecer verdades económicas como si fuesen verdades de la física", se explayó el ministro de Economía. También de la actividad, uno de los desvelos que mostraba Débora Giorgi en privado. La ministra de Industria cree que el sector fabril seguirá planchado, pero confía en el repunte de las automotrices por el crecimiento de la demanda en Brasil.
Una apuesta apuntalada después por Cristiano Rattazzi, presidente de Fiat, que se entusiasmó con un alza del 20 por ciento en las ventas brasileñas.

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