Relato Vintage / Relato del presente

Según la liturgia kirchnerista, este viernes se cumplen nueve años de la venida del mesías, ese semidios al que los opositores llamaron animal político, los tibios calificaban de estadista, los adeptos de la primera hora -cinco o seis, no más- denominaban amigazo generoso de la guita ajena y los fans post mortem invocan como al creador de un universo tan perfecto que recién podremos verlo cuando estemos preparados para ello. Aquel histórico día en el que Néstor recibió la banda presidencial y el bastón de mando de manos de Duhalde, no existían la Kolina, Página/12 no sabía a qué iba a jugar, Lanata estaba en el aire, Clarín no era ni de lejos La Corpo, Tognetti era un cultor del periodismo antiperonista, TVR era conducido por Gianola y Morgado -y todavía no padecía la censura de Graña, el que se quiera acordar, que se acuerde- Timerman integraba las filas de Carrió, y los muchachos de La Cámpora se dividían entre los que estaban en la primaria y los que ya se la paspaban traficando videos para adultos. Néstor cerró aquel discurso con una frase choreada y que hoy decora remeras y pintadas varias: vengo a proponerles un sueño.

Los balances generalmente se hacen al finalizar un ciclo, pero como es obvio que estamos en piloto automático, supongo que no vendría nada mal efectuar, al menos, una comparación entre aquel sueño propuesto y los objetivos alcanzados. El primer lineamiento que marcó fue la intención de "construir prácticas colectivas de cooperación que superen los discursos individuales de oposición", dado que "en los países civilizados con democracias de fuerte intensidad, los adversarios discuten y disienten cooperando." En virtud de ello, nos convocó a todos a inventar el futuro. Que Fidel Castro se encontrara entre los que escucharon eso de democracias de fuerte intensidad y blablablá, es un detalle menor. Acá, lo que importa es destacar que a lo largo de casi una década, la idea se mantuvo, como cuando se decidió por plebiscito -dos votos- que la relación con los opositores se manejarían bajo el parámetro "si no se le gana, se lo encana", doctrina de patente pendiente.
A continuación esbozó una de sus primeras predicciones, la cual no entiendo cómo es que no la utilizan sus seguidores para demostrar que Néstor fue un adelantado a su tiempo: "cambio es el nombre del futuro." Cualquiera que haya transitado por Florida o Libertad, o haya intentado comprar cinco dólares, me dará la razón al afirmar que en este punto, el horóscopo se le cumplió al pie de la letra. Luego, el entonces Presidente electo manifestó su disconformidad con las políticas que medían su éxito en base a las ganancias de los grupos concentrados, a la ausencia de corridas bursátiles y a la magnitud de las inversiones sin que importara la consolidación de la pobreza, la condena a millones de argentinos a la exclusión social y el interminable endeudamiento externo. En eso fue tajante y los resultados de los últimos años demostró que supieron tener la madurez suficiente como para tomar lo bueno y modificar lo malo: finalmente, luego de años de lucha contra los agoreros de siempre, pudimos exterminar esa idea y hoy gritamos con orgullo que aniquilamos la inversión extranjera y que nos va de puta madre, a pesar de las corridas bursátiles, la consolidación de la pobreza que deviene en exclusión social y el interminabe endeudamiento externo.
A partir de allí, el discurso de Kirchner entra en una recta impiadosa en la que esgrime conceptos tales como que son necesarias reglas transparentes y racionales, que el éxito de un gobierno se mide desde la capacidad y eficacia para encarar los cambios, que los anuncios de obras grandilocuentes sólo traen frustración, que no es bueno pasar de un Estado ausente a uno que asfixie la actividad privada, y que un gobierno no debe distinguirse por el discurso de sus funcionarios. Es aquí cuando uno se pregunta si la oradora namber uan, la genia de la oratoria, la master of the universe de la palabra prestó atención a los dichos de su difunto marido o miraba con odio la cintura de Karina Rabolini.
Otra opción no explica qué fue lo que pasó en el camino del quiero al puedo, dado que Néstor expresó, entonces, su idea de que "es el Estado el que debe viabilizar los derechos constitucionales protegiendo a los sectores más vulnerables de la sociedad: los trabajadores, los jubilados, los usuarios y los consumidores," y de allí pasamos a esta realidad donde hay plata para inutilidades pasatistas, pero no para una jubilación del 82% móvil, donde los trabajadores son saqueados por el impuesto a las ganancias y donde los usuarios viven el hermoso círculo de la vida a bordo de un tren, desde el momento de la concepción vía apoyada de bulto multitudinaria, hasta llegar al fin del ciclo vital con una plácida muerte ferroviaria.
De un modo extraordinario, Néstor dedicó un párrafo entero al apego a las normas como garantía de calidad institucional, porque entendía -decía entender- que Argentina no puede aparecer ante el mundo como el lugar donde la violación de las leyes no tiene castigo legal ni social, que la gobernabilidad no puede ser sinónimo de impunidad y que la seguridad jurídica debía ser para todos y no sólo para los que tienen poder y dinero. Es aquí donde le anoto otro poroto a una prédica que se cumplió implacablemente, cuando manifestó que "no habrá cambio confiable si permitimos la subsistencia de ámbitos de impunidad." Su concepto en materia de seguridad ciudadana, en cambio, no fue bien comprendido, ni siquiera por él. Una realidad consuetudinaria de los últimos años que nos demuestra que es más fácil ganar el Quini 6 que encontrar un patrullero a las dos de la matina y que el que no conoce a alguna víctima de inseguridad es porque vive en la Isla Martín García, choca de frente con la voluntad expresada por el entonces flamante Presidente de utilizar el monopolio represivo para aplicar un sistema de premios y castigos en el marco del cumplimiento de la ley, aunque esta actualidad sí cumple a rajatabla con afirmación de que en este país cumplir la ley no es reconocido y que una sociedad con desigualdad, desintegración familiar y falta de horizontes no tiene con qué combatir a la inseguridad. 
En materia económica, aquel domingo de mayo de 2003, Néstor afirmó que no entendía un Estado que gaste estúpidamente y sin planificación, ni que emita moneda sin control para tapar los agujeros de la economía, así como tampoco concebía una administración eficiente sin estabilidad de precios y con rigidez cambiaria, dado que -para el Néstor de ese día- un país crece si tiene una economía seria y creíble. Esta descripción del Disneyworld al que nunca llegamos, se completa con la promesa de una nueva Ley de Coparticipación Federal que hoy, nueve años después, sigue en el baúl de las buenas intenciones, al lado del tren bala. 

Finalmente, y para terror de los fieles de la Iglesia del Néstor de los Últimos Días, Kirchner afirmó que eran cosa del pasado los líderes mesiánicos y fundamentalistas. El paso de los años, en cambio, nos demostró que esta clase de dirigentes no sólo no han quedado en el olvido, sino que son el último grito de la moda, santificándolos por lo que dicen que ellos fueron, aunque la realidad no resiste ni un archivo tan mínimo como un discurso de asunción. El tiempo voló, y aunque muchas cosas parecen haber cambiado, todo sigue tan igual que hasta Timerman cumple 36 años en el oficio de justificar dictaduras asesinas.
Néstor nos habló de sus ganas de que los hijos vivan mejor que los padres, pero hoy tienen que elegir entre alquilar o esperar al juicio de sucesión. Nos dijo de combatir la corrupción y de los peligros del neoliberalismo y hoy tenemos a Boudou de vicepresidente de una mina que multiplicó su patrimonio -el que nos cuenta- hasta el infinito. Nos habló de seriedad, de respeto a los derechos inalienables del hombre, de fortalecer el intercambio comercial, de apreciar al ahorrista, de proteger al trabajador, de fomentar la inversión extranjera, de respetar a las democracias más serias, de abrirnos al mundo, de entablar una relación respetuosa y madura con los Estados Unidos y con Europa. Nueve años después, nuestra Presi fue a repartir medias y vender espejitos a Angola. Del sueño de una industria nacional fuerte a la reivindicación de La Salada, de  la promesa de transparencia a la normalidad de funcionarios multimillonarios, de la propuesta de un gobierno de hechos con visión a futuro a esta administración dedicada a hacer lo que se pueda mientras se pueda, de "Argentina, un país en serio" al menos ambicioso "Argentina, un país con buena gente". Lindo balance.
Martes. Vinieron a proponernos un sueño. El tema es que para soñar, primero nos durmieron.

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