Petra de Jordania (por Noah)

Petra, una metrópoli nabatea fundada en el siglo VII antes de Cristo. Olvidada y abandonada hasta el año 1812, en que un explorador suizo la volvió a descorchar, para el placer del mundo.

Su nombre significa piedra, y no es un bautizo en vano, toda ella es piedra. Sus templos, sus grutas, sus palacios, están tallados en la misma roca de sus montañas, cincelados y esculpidos como joyas que se acoplan entre si, formando uno de los lugares mas bellos y espectaculares de nuestro mundo descubierto.

Llegó a ella, a través de un estrecho desfiladero a lomos de un caballo cansino, al que ya no le asombraba la hermosura. Para darle mas énfasis al tema, y porque la imaginación alimenta los sueños, se colocó sus auriculares, se dejó transportar sin oponer resistencia, y a los acordes de un adagio de Mozart, se adentró en la más mágica de las visiones.

Una gran plaza de tierra, dominada por un templo de piedra rosa, se elevaba antes sus ojos asombrados. Imponente, majestuoso e impasible, derrochando esplendor entre sus columnas.

Vías transitadas por siglos. Grutas cuyos techos y paredes son pinturas naturales, donde la piedra cambia de color en cada veta o estría. Uno tiene la sensación de que se han desparramado todos los colores del universo, para crear un espectáculo insólito, un desafío a la hermosura.

Después tienes que andar, subir y subir una montana agreste. Las piedras se mezclan con escalones a medio construir, o casi derruidos. Llegas a la cima y ves una pequeña formación de edificios apareados, te preguntas si ha valido la pena tanta caminata, pero a tus espaldas, y como si quisiera impresionarte con orgullo, descubres el enorme monasterio, de color marfil antiguo. En ese momento es cuando la maravilla se apodera de ti, y te deja en un estado estremecido y emocionado, porque no es tan fácil soportar ese alarde de magnificencia.

Petra, la piedra preciosa, quizá la más preciosa


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